domingo, 24 de enero de 2010

LA ADMINISTRACIÓN DE TIERRAS, LA FRONTERA TECNOLÓGICA Y LA RIQUEZA.

Parto de la idea de afirmar que Guatemala es como un libro; uno que ha sido escrito por antiguos autores y que continúa escribiéndose por múltiples autores que hoy, además, somos actores, de manera que es importante no haberse perdido las primeras páginas para mejor comprender la que hoy vivimos; a la vez, como señalo, siendo parte protagonistas y parte autores, es vital tener una idea clara de qué curso queremos darle a la trama de nuestra historia, la cual influirá no sólo en nuestra cercana faceta de protagonista sino en la calidad de vida que habremos de darle a quienes les toque ser protagonistas en el futuro y, a su vez, escritores de nuevos capítulos: nuestros hijos, nietos y demás descendientes que habrán de formar la guatemalidad de los siguientes siglos.

Por eso he deseado, hoy, compartir un poco una de las causas más sensibles de nuestra actualidad; visualizar, acompañado de mis lectores, las ideas que tengo al respecto de cómo cambiar la trama actual que no nos ha permitido despegar en el anhelado desarrollo, con la finalidad de calentar el ambiente y sumar adeptos, por lo menos en cuanto a la necesidad de no seguir el modelo que ya demostró no llevarnos a lado alguno, para finalizar haciendo algunas pinceladas acerca de la riqueza. Comencemos.

El recurso “tierra” aneja conflictos, especialmente en Guatemala, uno de los países americanos en donde existía uno de los tres Estados con alto nivel de desarrollo desde antes del arribo de los españoles a este continente. Sí, tanto el Imperio Azteca, el Imperio Inca como los diferentes reinos que devenían del antiguo Imperio Maya que poblaban las tierras que hoy conocemos como guatemaltecas, tenían un alto nivel de desarrollo, con clases estratificadas que hacían, además, que hubiese centros urbanos con gran concentración de personas.

La generalidad de esos poblados se encontraba en las tierras altas, lo que conocemos como el altiplano, más sanas para la vida o, si se quiere, menos insalubres, de tal manera que las tierras bajas, aún siendo territorios delimitados por fronteras ancestrales, eran propiedad de los diferentes reinos. Por ejemplo, se sabe que casi todo lo que hoy es Retalhuleu y parte de Suchitepéquez, eran cotos de caza de los tzutuhiles, cuyos centros de población, como conocemos, están todavía asentados alrededor de una parte del Lago de Atitlán.

Con la venida de los españoles a Guatemala, en febrero de 1524, el funcionario conquistador hizo caso omiso de las fronteras de los diferentes reinos, ya que los nuevos administradores no vinieron a respetar la mayoría de usos, costumbres y derecho indígena, de modo que las grandes porciones de tierra de carácter comunitario fueron visualizadas como tierra no ocupada.

Muchas de las tierras, comunitarias o no, fueron repartidas conforme a disposiciones legales españolas, dando lugar a una resistencia que, hasta hoy, ha continuado, en el afán de las actuales comunidades indígenas por recuperar lo que, ancestralmente, fue de sus antepasados.

Al final del período colonial y durante las primeras décadas del período independiente, muchas de las tierras de la costa sur fueron adjudicadas a particulares. Unas quedaban en la provincia de Guatemala; otras en Soconusco. De esa manera, muchas comunidades indígenas en Huehuetenango, Quiché, San Marcos, Quetzaltenango, etc., de pronto vieron cómo las tierras comunales de sus ancestros se iban poblando y delimitándose de manera particular. Proceso parecido sucedía en lo que hoy es la ciudad de Guatemala, cuyo reparto estuvo a cargo del Consejo de Ejidos.

Los dos grupos políticos preponderantes del siglo XIX repartieron grandes extensiones de tierra. Los liberales, en la época de Mariano Gálvez, repartieron muchas tierras, originariamente queq’chi, con el afán de poblar las tierras del norte por el temor de que avanzara, aún más, la colonización inglesa que ya, por esos tiempos, era un problema real y palpable en el Belice guatemalteco.

Los conservadores no se quedaron atrás. Sólo Rafael Carrera, el Presidente que en 1847 fundó la República de Guatemala, se adjudicó dos fincas, en Suchitepéquez, que sumaban unas 1,200 caballerías.

Luego, con el triunfo de la Revolución Liberal (ejemplo de que toda acción trae una reacción, ya que ésta fue casi un producto natural al pésimo gobierno de Vicente Cerna) y con el auge del cultivo del café en detrimento de la cochinilla y del cacao, Justo Rufino Barrios también repartió grandes extensiones de tierra para fomentar su siembra, especialmente confiscadas a la Iglesia y a las comunidades indígenas.

La cosa no queda ahí. La historia continúa en el siglo XX. Estrada Cabrera, por ejemplo, el más conservador de los liberales, repartió, alrededor del año 1907, las tierras de San Jerónimo, en Baja Verapaz, entre los combatientes de la famosa “Guerra del Totoposte”, en la cual las tropas gutemaltecas vencieron a las fuerzas conjuntas salvadoreñas y hondureñas al mando del ex Presidente de El Salvador, Tomás Regalado, quien había invadido el territorio guatemalteco para unir Centroamérica y poner un Presidente nicaragüense (al joven Tomás Regalado lo salió persiguiendo, sable en mano, el coronel José Toribio Barillas, mi bisabuelo, desde Chiquimulilla hasta la frontera con El Salvador, por haberlo encontrado en el balcón enamorando a una de sus hijas y tía abuela de quien escribe, a finales del siglo XIX).

El último gran caudillo liberal, Jorge Ubico, también hizo lo suyo en la década de 1930, especialmente con las tierras del norte del país, Alta Verapaz y Petén.

Para ese entonces, para hacer más complicado el conflicto de la tierra, la United Fruit Company había logrado hacerse con alrededor del 70% de las tierras cultivables en Guatemala, situación que influyó en otra reacción, la Reforma Agraria de principios de los años 1950's que, a su vez, provocó otra reacción, el Golpe de Estado de 1954 en contra del Presidente Jacobo Arbenz, con la entrada de la Liberación.

Hoy, la presión por la tierra se da en el vasto Petén, en donde hay una entendible pugna entre ecologistas, agricultores, arqueólogos y ganaderos; y una inentendible entre narcotraficantes, madereros ilegales y contrabandistas de tesoros arqueológicos.

Desde la década de 1990 se instauró, con financiamiento del Banco Mundial, un programa piloto, en Petén, para catastrar y regularizar la papelería legal de las parcelas que fueron repartidas, ya por el Instituto Nacional de Transformación Agraria, INTA, ya por el denominado Fomento y Desarrollo de Petén, FYDEP, que conlleva la inscripción de los títulos de propiedad en el Registro General de la Propiedad.

Todo lo anterior estaba, hasta hace unos cuatro años, en manos de la Unidad Técnica Jurídica, UTJ, del Ministerio de Agricultura, Ganadería y Alimentación, de donde pasó, al aprobarse la ley correspondiente, al Registro de Información Catastral, RIC, cuya misión ya no se limita al ámbito de Petén sino a nivel nacional, y consiste en catastrar el territorio nacional y regularizar la situación legal y jurídica de la propiedad, dado que muchísimas personas se saben dueñas de una parcela, de un terreno, pero no tienen papelería para demostrarlo ni registro alguno que los ampare.

Desde mi particular punto de vista, todo esto viene a mejorar la seguridad jurídica de la población y del país, pero no todos ven estos esfuerzos, que se están haciendo en su mayoría con recursos externos, endeudando al país, con buenos ojos. Hay comunidades que ven en estos esfuerzos por regularizar la papelería legal un instrumento más de despojo a las comunidades indígenas.

Por aparte, el clamor por este recurso es grande, y el Fondo de Tierras, FT, no sólo no se da abasto para cumplir la demanda, por falta de recursos, sino que ha sido utilizado por allegados a algunas autoridades de turno para vender, a precio de oro, tierras no aptas para la agricultura, que no tienen agua, que son barrancos o pedregales, para luego repartírselas a comunidades que desean disponer de un pedazo de tierra dónde poder cultivar, engañándolos y embarcándolos en una situación de la cual difícilmente podrán salir adelante y elevar el nivel de vida de sus familias.

Los sistemas de reparto del FT tampoco son los ideales, ya que suelen repartir una finca entre tantos campesinos, en donde todo es de todos, en un afán por comunarizarlos, valga el término, pero lo primero que hacen los campesions es mojonar y repartirse, de hecho, la finca, en parcelas individuales, de manera que luego existen fundos sin calles y propiedades de hecho, que se compran y venden en el mercado, sin respaldo jurídico, dando lugar a innumerables conflictos entre ellos y arduos trabajos de sus líderes por ir regularizando una posterior y costosa partición legal de la finca, con el agravante de que, con el transcurrir de los años, ya hay fallecidos entre los beneficiarios originales, situaciones de herederos no siempre hijos de la misma madre, etc. Nadie parece hacer nada por facilitar las cosas para estas personas que, además de ser de escasos recursos, encima tienen que hacer viajes a la capital por cada trámite que deben emprender.

Aunque no es el tema aquí, cabe mencionar de pasada el problema que se da, además, al tratar de preservar las áreas protegidas, sin que se haya hecho una labor previa y sostenida con las comunidades, haciéndoles ver los beneficios de la conservación de las mismas. Ese tema lo trataré por aparte.

De modo, entonces, que Guatemala está en proceso, uno largo y costoso, de ordenar el recurso tierra, lo cual no es garantía de acceso al preciado recurso.

¿Cómo cambiar, entonces, las páginas futuras de ese libro que hoy todos vivimos y construimos, que se llama Guatemala?

Si seguimos eternamente haciendo lo mismo, estaremos condenados eternamente a ver los mismos resultados.

Es ahí donde tenemos que ser creativos, ingeniosos sin pretender descubrir el agua azucarada, voltear a ver a las naciones que, en pocos años, han elevado su ingreso per capita, y darnos cuenta que, en esos países, de una presión inmensa por el acceso a la tierra, con educación, elevando el nivel académico de su población, fueron sustituyendo ese clamor y convirtieron a sus sociedades, de campesinos pobres, sin acceso a muchos recursos económicos, a empresarios e industriales innovadores que, apoyados en la ciencia y en la tecnología, se supieron sumar al cúmulo de personas que tienen acceso a buenas cantidades de dinero y, con él, a cada vez mejores niveles de vida y mejores oportunidades a sus descendientes, involucrándose en un círculo virtuoso que, encima, le quitó presión a sus áreas protegidas.

Un caso paradigmático es el de Taiwán. Una vez, caminando con mi buen amigo Paul Ley, entonces Director del Banco Centroamericano de Integración Económica por ese país, al igual que yo por Guatemala, admirábamos la plaza Chiang Kai Shek, en Taipei, me hizo una pregunta: ¿Qué puedes observar aquí que no ves en otra parte del mundo?

Era el final de la tarde de un día entre semana cualquiera. Había niños patinando, otros corriendo, gente leyendo en las bancas, grupos diversos de 50 o 60 personas, unos bailando tango, otros bailando vals, varias personas haciendo Tai Chi Chuan. Cada cosa que pretendía darle respuesta a la interrogante era recibida con una leve negativa de cabeza por mi interlocutor. No encontraba el elemento que ahí existía y en otra parte del mundo no.

Finalmente me hizo ver que todas las personas de 35 años para arriba, aproximadamente, tenían anteojos, sin excepción, mientras que los más jóvenes eran como en otros países, unos los usaban y otros no.

Yo no entendía a dónde me quería llevar con la charla, y he de haber puesto cara de no entender, ya que finalmente me hizo ver que, para tener el Taiwán que en la actualidad tenían (eso ha de haber sido en 1997 porque fue con ocasión del Road Show de la primera emisión de bonos, por US$.147.0 millones, del BCIE), su generación y la generación anterior a la suya tuvieron que estudiar unas 14 horas diarias para lograr el avance tecnológico que necesitaban para salir de la pobreza, y eso hizo que todo el mundo se desgastara los ojos más de lo normal, obligándo a la población a ponerse los correctores de visión.

La noche anterior habíamos cenado con nuestro anfitrión, el Dr. Yuan-dong Sheu, Presidente del Banco Central de China (quien falleció posteriormente, en febrero de 1998, junto con su gentil esposa, en un espantoso accidente aéreo), quien con la característica cortesía china se había disculpado con nosotros porque las reservas internacionales de su país, que estaban confiadas a su cargo, habían bajado a 89,000 millones de dólares, porque habían tenido que comprar una flota de 65 o de 165 aeronaves de guerra, al contado, a Estados Unidos (disculpen pero no recuerdo la cantidad de aviones).

En cuestión de segundos mi mente voló hacia la pobreza de ese país, a principios de los años 1960’s, y el enorme despliegue de riqueza que ahora podían hacer con esa característica humildad asiática. El poder de compra era impresionante.

Luego, si los chinos, estudiando, lograron convertirse de campesinos y pescadores en empresarios globalizados, ¿por qué no lo podrían hacer los qui’ché, los qakchi’queles, los pocomames, los queq’chi o cualquier otro grupo étnico nacional que hoy clama solamente por tierra?

Es por eso que hoy deseo llamar la atención sobre la última frontera, la tecnológica, que es más atractiva y más beneficiosa que la frontera agrícola, pero no es visible como la otra, hay que ayudar a visualizarla; no cualquier camino nos lleva allá, puede haber caminos fáciles que simplemente no llevan a parte alguna, pero si se tiene una meta y se sabe el camino, hay frutos jugosos al final del mismo que vale la pena ayudar a oler y a saborear. Recordemos que el impulso de la alicaída economía estadounidense a principios de los años 1980's recobraron el desfallecido impulso de la mano de la innovación tecnológica, la cual es, hoy, el motor de desarrollo, valga la redundancia, de los países desarrollados, que continúan impulsando la creación de nuevos productos que vienen a generar diferentes oportunidades de negocio de las existentes.

Por eso quise que finalizara este ensayo con el tema de la riqueza, porque riqueza es lo que hay para el pueblo que se monta decididamente en el potro de la ciencia y de la tecnología.

El discurso estilo Robin Hood, de quitarle a los ricos para darle a los pobres, en el cual todavía se basan las actuales autoridades para pretender reformas fiscales, ha estado en boga ya por décadas, pero no veo resultados. Es el mismo discurso de los hermanos Castro en Cuba, de Hugo Chávez en Venezuela y de Daniel Ortega en Nicaragua, especialmente, todos llevando a sus países y a la comunidad de personas que los conforman, a la bancarrota individual, a la carestía, a la falta de servicios como agua, energía eléctrica; al desabastecimiento de productos de consumo diario como huevos, leche, maíz, pan.

Nadie tiene que recordarme que Guatemala es un país de desigualdades, especialmente en el tema de la tenencia de la tierra, pero la respuesta para salir de esta situación no es, desde mi particular punto de vista, una reforma agraria expropiatoria, lo cual polarizaría las cosas de tal manera que pondría en peligro la estabilidad y gobernabilidad de la nación entera. Insisto en que quitarle la tierra al que la tiene para fraccionarla y pasársela a quienes no tienen, no es la solución. ¿Cómo se explica, entonces, los miles de beneficiarios de este tipo de programas que, habiendo conseguido su parcela, proceden a venderla?

La exigencia de miles de campesinos por tierra lo único que hace es pujar el precio de la tierra existente, que tiene un tamaño que no crece, para arriba, haciendo más ricos a quienes ya la tienen.

En la medida que más personas se pongan a estudiar y traspasen la frontera tecnológica, menos personas tendrán interés en sembrar, porque nadie se prepara, académicamente, para seguir de peón de otras personas o de productor de sus productos de consumo; por ende, habrá menos presión sobre la tierra, de modo que su precio tenderá a bajar o a estabilizarse.

Las personas que decidan estudiar y capacitarse, a la larga verán sus esfuerzos recompensados en el nivel de sus ingresos económicos, y se convertirán en promotores de riqueza a otros niveles y en otros segmentos; podrán comprar, con holgura, sus productos de consumo, y les quedará un sobrante de dinero para ahorrar, para divertirse, para seguir estudiando, para mandar a su mamá en un viaje de turismo, para comprar.

Las personas que decidan mantenerse ligadas a la producción de la tierra, también se beneficiarían de los avances tecnológicos del país, y la tendencia a conseguir mejores cosechas o de dedicarse a la producción de nuevas especies agrícolas, producida por esa innovación tecnológica, redundará en un mejor rendimiento económico por el esfuerzo invertido.

De modo que, para aquellos diseñadores de políticas públicas, el futuro del país está hoy en juego. Siempre lo ha estado y parecen no darse cuenta. ¡Del estudio con ahínco de hoy dependerá la riqueza y elevación de la calidad de vida de las futuras generaciones!

Desde este humilde espacio de expresión, como político, no puedo estar inmiscuido tan sólo en el presente. Mi obligación es estudiar el pasado, comprender el presente y pensar qué se necesita hacer hoy para diseñar el futuro que también me atrevo a soñar y a compartir.

En alguna oportunidad, José Ortega y Gasset, el gran pensador español, dijo: "El primer mandamiento del artista, del pensador, es mirar, mirar bien el mundo en torno". Viendo cómo lo han logrado en otros países, tenemos la alternativa de permanecer siendo espectadores en el mundo o ponernos a trabajar por forjar un prometedor futuro.

4 comentarios:

  1. Buen día licenciado, en primer lugar déjeme felicitarlo por su ensayo, me pareció muy interesante, soy estudiante de la Universidad San Carlos de Guatemala de la carrera de Ingeniería en Administración de Tierras, actualmente curso el 10mo. semestre y por casualidad encontré su ensayo, me gustaria agregar un poco sobre un tema que abordo, como lo es el catastro, a mi pensar es un primer gran paso en el tema de los conflictos territoriales, como usted lo menciono ancestral-mente afectan la situación territorial de nuestro país, teniendo un inventario actualizado y preciso del territorio nacional también proporcionara la estabilización del mercado de tierras en Guatemala, claro esto tiene que ir acompañado del interés político, por eso creo que el catastro y la buena administración territorial son herramientas importantes para el desarrollo territorial por medio de la certeza jurídica de la cual carecen muchos propietarios y sobre todo campesinos que son la gran mayoría del sector pobre de nuestro país.

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  2. Estimado amigo estudiante: primero que todo le deseo que esté pudiendo estudiar, dadas las circunstancias por las cuales atraviesa la Universidad de San Carlos.

    Es una pena que no nos aclare sobre qué tema, dentro del amplio asunto catastral, está escribiendo, o si el tema que aborda, en general, es el catastro.

    En Guatemala ya no se tiene la visión de un catastro estilo los años 1970's o, inclusive, 1990's. Como fundador del Registro de Información Catastral, RIC, sé que la visión que se tuvo, al conformarlo, fue que Guatemala tuviese un catastro multifuncional que no sólo sea un instrumento de certeza jurídica, que tanta falta hace, sino uno de trabajo para Municipalidades, manejo de áreas protegidas, uso del suelo y varios etcéteras.

    Aprovecho para agregar el comentario que tengo la sensación que el RIC se ha quedado estancado en los resultados que ya debía estar dando a la población en los diferentes municipios en donde tiene años de estar trabajando.

    Ojalá pudiese, algún día, compartirme el objeto de sus investigaciones al finalizar el trabajo que menciona.

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  3. Muy buenas Don Ricardo, yo al igual que el compañero del comentario anterior soy Estudiante de la San Carlos De Guatemala, acabo de Cerrar Pensum en la Carrera de Ingenieria En Admon de Tierras, y me pareció muy interesante su publicación, yo también soy de la idea de que es necesario conocer las distintas situaciones agrarias que se han suscitado en el país durante muchos años, donde la tierra ha sido factor de múltiples descontentos sociales, solo quería agregar algo en cuanto a las políticas de catastro la verdad yo labore durante casi un año en dicha institución y soy del criterio de que la idea es buena pero que se esta perdiendo totalmente el sentido o fin de catastro, el fin mas importante es Construir la certeza Jurídica a través de cimientos como lo son los reconocimientos reales de las áreas de los predios o fincas, y los titulares confunden y quieren solucionar sus problemas con los técnicos los cuales por presentar resultados se ven envueltos en este circulo vicioso donde se da una densidad predial y muestra un mosaico de finca catastrado mucho mas erróneo que el ambigüo, espero haberme dado a entender. El desarrollo de un país se mide por su catastro, queremos tener una buena herramienta de medición cuando salgamos del subdesarrollo en base a la superación educativa por ende al desarrollo industrial como ud lo plantea.

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  4. No puedo coincidir mejor con los puntos expuestos en el comentario anterior. Anoche, mientras observaba en un programa de TV acerca del tema presupuestario, cuando se mencionaron los niveles de endeudamiento del país, no pude menos que pensar en el dineral que este esfuerzo le está costando al país, y la tristeza que me da, como fundador del Registro de Información Catastral, RIC, enterarme que carece de rumbo y metas claras. En fin, ya se verá. Gracias por su comentario

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