miércoles, 23 de marzo de 2011

LOS SAMURAI Y EL PRESIDENTE ÁLVARO COLOM

Realmente no tenemos por qué comparar a los antiguos guerreros japoneses denominados "samurai", que vivieron hace siglos y provienen de una cultura bastante distinta a la nuestra, con nuestro tristemente célebre Presidente de la República, Álvaro Colom. Nuestro deseo, en realidad, es contrastarlo.



El guerrero samurai se preparaba toda la vida para lo que iba a ser su destino, de modo que ahora su fama, en plural, es decir, la de todos los guerreros de este tipo, es legendaria. El contraste es que el Presidente Colom nunca se preparó para gobernar, no sabe cómo llegó a donde está ni entiende cuál es su destino.



Un guerrero samurai era austero, vivía al día y no le debía a nadie, lo cual contrasta con el tremendo despilfarro que ha causado, no sólo la ruina de los programas de seguridad, justicia, salud y educación, sino ha dejado a nuestro país con una deuda interna y externa que no tiene precedentes y que habremos todos de pagar algún día.



No es imaginable que un samurai, guerrero de pura cepa, se hubiese podido dejar influir por nadie para tomar decisiones; estaba bien entrenado para seguirlas cuando correspondía y no era discutido cuando por su edad, por su rango o posición, le tocaba dictarlas, lo cual contrasta con una figura decorativa a quien le llaman Presidente pero, en el fondo, todos saben que no manda, que no sabe tomar decisiones, que cuando por fin las toma suele dar marcha atrás, y que la mayoría de sus actos están encaminados a cumplir los deseos de su mujer, a la cual ahora repudia ante los tribunales de familia para, en fraude de ley, tratar de engañar a la población y fundar una monarquía dentro de un sistema republicano.



Pero lo más contrastante de todo es que el guerrero samurai vivía bajo un código de honor que tenía en tan elevada estima, que era susceptible de preferir quitarse la vida antes que mancharlo, mientras que el funcionario al cual nos referimos, en la persona de Álvaro Colom, al otorgar tan absurdas declaraciones para violar nuestra ley fundamental, al mentir descaradamente al indicar que no se va a divorciar, mientras tiene ya firmados mandatos y alegatos, grabadas cancioncitas y filmados anuncios televisivos para respaldar una candidatura ilegal, la de aquella esposa con quien se casó en rito maya sin haberse élla divorciado, y que ahora lo mete a él y a la nación entera en un embrollo, por cumplirle sus caprichos de codicia, por saciar su sed de poder.



Ah, ¡cómo quisiera que Álvaro Colom fuese samurai por un instante! Si fuese samurai tendría un instante de lucidez para darse cuenta de sus errores y así podría suicidarse!

1 comentario:

  1. El final de su artículo es genial, sería un caso excepcional en el que Dios seguramente perdonaría el suicidio.

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