Las grandes pruebas que la Naturaleza le ha impuesto al pueblo japonés, con un terremoto de magnitud e intensidad increíbles, con un tsunami o maremoto que ha podido mostrarle al mundo una devastación sin precedentes, tanto de ida como el regreso de las aguas a su cuenca natural, con una alarma de contaminación nuclear que mantiene al mundo en vilo y ha reavivado el debate sobre los usos y beneficios de la generación de energía con este método, todo eso ha acaparado la atención de la prensa mundial, especialmente la prensa escrita y la televisada.
Lo anterior ha producido otro efecto devastador en el otro lado del planeta. El mundo, con sus diplomáticos al frente, le ha dado la espalda al pueblo libio que ha venido luchando por quitarse de encima a un dictador, que de terrorista en décadas pasadas se ha convertido hoy, frente al asombro del resto del mundo, en el carnicero de su propio pueblo, al cual ha venido esquilmando durante más de cuarenta años, lo que ha convertido a Muhamar Gadafi en uno de los multimillonarios más grandes del mundo, por más que la revista Forbes y las aprovechadas economías occidentales, con Italia e Inglaterra al frente, se hayan hecho de la vista gorda.
De poco, por no decir de nada, ha valido el acuerdo de los demás países árabes de promulgar una moratoria en el espacio aéreo libio, lo que hubiese implicado, inmediatamente, bombardeos para anular aeropuertos como a la aviación que protege al carnicero del desierto.
En este contexto, la portada que se ha llevado el sufrimiento del pueblo japonés ha operado a favor del chacal libio, exponiendo la inoperancia de los discursos políticos de las potencias, especialmente del G-8, reunido para seguir hablando mientras Gadafi sigue masacrando a los libios que pelean por recuperar su libertad; exponiendo lo inservible de la Organización de Naciones Unidas, ONU, que no pudo parar las masacres de Kosovo, hace unos años, y no hace nada, hoy, por impedir las del pueblo libio; exponiendo la inutilidad de la Organización del Tratado del Atlántico Norte, OTAN, que ya pudo haberse organizado, junto con los países árabes que acordaron la moratoria aérea, para impedir inmediatamente, a la aviación de Gadafi, que siga bombardeando y ametrallando a la población civil.
El liderazgo de Francia, prácticamente sóla con unos socios tibios como los alemanes, los estadounidenses y la misma Unión Europea, apoyada en cierta medida únicamente por Inglaterra y la declaración de los países árabes, ha sido pan pintado que, en la práctica, no ha servido de cosa alguna.
Hasta la cancillería española del gobierno socialista, siempre tarde y siempre mal, ha terminado por prounciarse, hasta hoy, al respecto, pidiendo algo así como que alguien haga algo, pero nadie hace nada.
¡Que pese esa sangre inocente del pueblo libio sobre esos líderes políticos tibios que tiene el mundo "civilizado"!
De nada, o de poco, servirá después llevar a juicio, por crímenes de lesa humanidad, a quienes hoy ordenan a la aviación libia bombardear barrios enteros de gente común y corriente, por el único pecado de querer vivir en un país libre de tiranos.
¡Qué vergüenza! ¡Qué falta de...!
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