martes, 8 de junio de 2010

CENTROAMÉRICA: TIEMPOS Y TRIÁNGULOS

Hace pocas semanas se cumplió medio siglo del Tratado de Asociación Económica entre Guatemala, Honduras y El Salvador; ese triángulo norte que, desde entonces, permanece a la vanguardia de la integración de Centroamérica pero que, en esos 50 años, ha llegado al punto de "pedalear sin cadena", es decir, permaneciendo casi en el mismo lugar por más esfuerzo adicional que se le ponga.

Fueron Miguel Ydígoras Fuentes, de Guatemala, Ramón Villeda Morales, de Honduras, y José María Lemus, por El Salvador, los Presidentes de los tres Estados que, un nueve de enero de 1960, sentaron las primeras bases de una nueva manera de integrarse, mediante una declaración conjunta que, días después, se traduciría en la firma del Tratado mecionado, a través de sus plenipotenciarios, en la ciudad de Guatemala, el seis de febrero de ese año.

No sé cómo fue el proceso de aprobación del mismo en el Congreso de Honduras y la Asamblea Legislativa de El Salvador, pero en Guatemala fue aprobado por el Organismo Legislativo el cinco de abril; el decreto de aprobación lleva el número 1348 y está publicado en el Diario Oficial (El Guatemalteco) el 4 de mayo de 1960.

Es decir, menos de 4 meses bastaron para que los Presidentes hicieran una declaración política, los técnicos se reunieran y llegaran a acuerdos acerca de un nuevo tratado y lo firmaran, el Congreso Nacional aprobara el tratado con más de las dos terceras partes del número total de diputados que lo formaban y el mismo cobrara vigencia con su publicación en el diario oficial. Hoy, con los tiempos que maneja la Administración Pública y la complicada agenda y manera de desenvolverse del Congreso, no creo que dos años bastaran.

De todos modos, al recordar la efemérides, vale la pena indicar que se ha avanzado algo en esa denominada asociación económica del triángulo norte; negarlo sería ingrato y, además, una manifestación de ignorancia; pero ese avance, que pudo ser mayor, muchísimo mayor, se ha estancado y ahora es difícil sacudir las estructuras y volverlas más benignas para la ciudadanía que espera mejores respuestas de los políticos y de los técnicos en el tema de la movilización de bienes y de personas, especialmente, en Centroamérica.

Los argumentos de quienes decían que había que tener mejores controles en la frontera para evitar el paso de criminales y de indeseables de un país a otro están por los suelos. Es un hecho que en las fronteras de Centroamérica ha habido demasiados controles, pero no se puede negar que esos controles sólamente operan en contra de la gente que cumple con la ley, y que los malosos, los delincuentes y cualquier persona que quiera evadirlos tiene miles de pasos ciegos para utilizar y, de hecho, los han venido y los siguen utilizando.

En Guatemala, por ejemplo, hay poblaciones enteras de salvadoreños que viven ilegalmente en el país, porque simplemente pasaron la frontera en tiempos difíciles y aquí se consiguieron una cédula falsa que los acredita como guatemaltecos, y así se han dedicado, unos a trabajar, que son la mayoría, otros a delinquir, como toda comunidad en cualquier parte del mundo. La costa sur y parte del sur oriente y del oriente guatemalteco viven esta realidad, pues gran parte de ellos ya no regresaron a su país, y difícilmente hicieron los engorrosos trámites legales para quedarse.

Lo mismo había sucedido hasta 1969 en que se dio la recordada "Guerra del Futbol" entre Honduras y El Salvador, con núcleos de población salvadoreña asentada en territorio hondureño; y algo similar sucedió con los nicaragüenses que, a fines de los años 1970's, huían de su tierra natal para refugiarse en otros países, especialmente Costa Rica.

Por otro lado, en 50 años ha mejorado la infraestructura de carreteras de Centroamérica, pero el promedio de velocidad en que se mueven las mercaderías no es mucho lo que ha avanzado, porque son innumerables las trampas que la misma tiene en el camino, como exacciones ilegales, registros a cada rato, simples colocaciones de túmulos sin autorización, y hasta ocurrencias administrativas, como la reciente de las autoridades nicaragüenses al pretender utilizar cabezales de ese país y no dejar a los de los demás países seguir movilizando la carga. Todo esto sin mencionar los robos de furgones y los asaltos.

Lo anterior, aunque el consumidor no se dé cuenta, tiene unos enormes costos para la población. Un paquete de galletas o una bolsa de dulces producidos en Costa Rica, tienen incorporado en el precio la enorme cantidad de horas que su transporte pierde haciendo colas en las fronteras, o la "mordida" o "coima" que el piloto tuvo que pagar porque "no había sistema" en la frontera. Igual le pasa a los cargamentos de frutas y de verduras de Guatemala en su paso hasta Panamá, en donde obviamente tienen que pagar el precio de la ineficiencia del sistema al comprar una canasta de moras o un manojo de acelga.

A ver cuándo llega el momento en que el parque de contenedores y de cabezales de la región se puedan utilizar las 24 horas del día en una Centroamérica sin fronteras internas que permita un mejor intercambio y bajar costos para todos.

Ahora que se ha firmado el Acuerdo de Asociación con Europa, el tema de la Unión Aduanera cobrará vigencia tarde o temprano, pero aunque cada día estemos más cerca, volvemos al tema de los tiempos: si fueran como hace 50 años, ya el mencionado Acuerdo sería objeto de debates en el Congreso y se estaría en el proceso de aprobarlo y de que cobrara vigencia, pero al paso que hoy son las cosas, ni siquiera conocemos el texto oficial, en español, de lo que se firmó en Madrid, España, el 18 de mayo del presente año, y lo más seguro es que pasaremos los siguientes 2 o 3 años en el proceso de ver si se aprueba el mismo o no.

Mientras tanto, el resto del mundo avanza y nosotros seguimos sufriendo los embates de la naturaleza, discutiendo el sexo de los ángeles y viendo pasar, gobierno tras gobierno, sin que se vea un gobernante con visión y decisión, como para renovar el impulso que aquel viejito que, de candidato, se puso a saltar cuerda para demostrar que todavía estaba joven, don Miguel Ydígoras, le imprimió, con sus homólogos del triángulo norte de Centroamérica, al proceso de integración regional.

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