Desde hace unos meses vengo meditando con relación a la valiente lucha que el Presidente de México, Felipe Calderón, ha venido enfrentando en contra del narcotráfico, casi una guerra interna en donde han perdido la vida varias decenas de miles de personas, entre delincuentes, fuerzas de seguridad, fiscales, jueces y personas inocentes, incluyendo niños.
Todo este esfuerzo, para que tenga resultados, debe ser de largo aliento, trasciende un gobierno y probablemente habrá de durar más que varios gobiernos, pero el riesgo de que la guerra la gane el narcotráfico es enorme, debido al péndulo de la opinión pública que, desde este mirador lejano e imparcial, ve con preocupación que, en las próximas elecciones no se favorecerá la continuación del mismo partido político, sino quien llegue lo hará, probablemente y casi seguro, con un discurso tendente a desmantelar el esfuerzo emprendido en contra de las narco bandas.
Si a lo anterior sumamos el enorme respaldo financiero que quienes adversen esta lucha recibirán, bajo la mesa por supuesto, de los narcotraficantes, para hacer campañas políticas bien publicitadas y robustas, el bando del presidente tenderá a estar solo en la contienda.
No veo, en los mexicanos, un nivel de comprensión tal de la lucha emprendida que los una alrededor de sus instituciones. Más bien los veo cansados de tanta violencia y dispuestos a tirar la toalla.
Visualizo, entre todo esto, no el advenimiento de un tercer partido, sino el renacimiento del poderoso Partido Revolucionario Institucional, el PRI, que ya ha tenido suficientes años como para asimilar su derrota y prepararse, con su inmensa maquinaria, a recuperar el poder.
Los daños colaterales para Estados Unidos, para Guatemala, con el abandono de la lucha o con la disminución de su intensidad por erradicar el problema de la droga en México, hoy son inmedibles. Baste pensar en estos grupos, armados hasta los dientes, pero en lugar de ser perseguidos, con aires de triunfo, confirmando que el territorio donde se mueven no es del Estado sino de ellos.
En España el caso es similar pero distinto. El gobierno presidido por José Luis Rodríguez Zapatero, presionado por la crisis económica y financiera, más debido al pésimo manejo que ha hecho del manejo de las finanzas y de los presupuestos, pero también desgastado por lo mal que maneja los hilos del poder y las relaciones con la oposición, no se verá favorecido con el voto de las mayorías.
Su gobierno, para comenzar, es casi producto de la manipulación que los terroristas hicieran del electorado español al atentar con bombas y matar más de un centenar de personas 4 días antes de las elecciones anteriores. Siempre quedó la sensación de que, sin el atentado terrorista y el mal manejo que el gobierno de Aznar tuvo del mismo, jamás hubiese llegado a gobernar.
Es obvio que la población española está inmensamente afectada por los altísimos niveles de desempleo que viven y, ahora, para tratar de ajustar el irresponsable déficit fiscal que ha venido manejando, también se ve afectada en prestaciones, niveles de ingreso y edad para jubilarse. Es más, hay una enorme diferencia entre el manejo responsable, profesional, del tema económico, en manos de Rodrigo Rato, años ha, que el que hoy hace María Teresa Fernández de la Vega, lo cual pagarán irremisiblemente en las urnas.
El caso de Venezuela es un tanto diferente. A pesar de los grandes problemas que la población venezolana viene teniendo, no se ha visto, realmente, un grado de articulación de la oposición que sea suficiente como para sacar a ese dictador del poder. Lo más a lo que han llegado es a bloquearle una de sus tantas reformas constitucionales, la última, que tendía a perpetuarlo en el poder, lo cual sigue siendo su intención.
No han importado tanto las confiscaciones de hoteles, de fincas, de parcelas, de industrias, la captura de los medios de comunicación independientes o el regalo que hace de los recursos de todos los venezolanos a otros países, al grado que hoy el presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, se da el lujo, en medio de una campaña política donde quiere manipular la Constitución para poder, también, perpetuarse en el poder, de repartir, de su bolsa personal, con recursos provenientes de Venezuela, un bono de 25 dólares mensuales a casi 140 mil empleados públicos.
Lo que, medio en broma o medio en serio, creo que puede ser el detonante de la salida de este golpista, es que la fábrica tradicional de cerveza venezolana, La Polar, parece que ha decidido trasladarse a Colombia.
Es digno de comentarse porque, siendo la cerveza un producto netamente empresarial, de índole privado, tiene la particularidad de hacer, de los súbditos de cada país, embajadores y defensores de "su" cerveza, de modo que me atrevo a pensar que esto puede ser el elemento catalizador que haga, especialmente a la juventud venezolana, recapacitar acerca del rumbo del país y del responsable de ese rumbo, y comience un movimiento que vaya fortaleciéndose cada vez más en contra de Hugo Chávez. Quién sabe. Sólo el tiempo dirá.
Son tres gobiernos (o dos gobiernos y un desgobierno) que, por razones distintas, están por terminar un mandato con la desaprobación de los votantes, en un caso, el primero, tal vez incomprensiva e injustamente, en el segundo, responsable y cansadamente, y en el tercero, como dije, quién sabe qué pasará.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario