En febrero de 1996 asumí como Director por Guatemala del Banco Centroamericano de Integración Económica, BCIE. Unos días antes habían tomado posesión de sus cargos las nuevas autoridades, desde el Presidente de la República, Álvaro Arzú, hasta los concejales y síndicos de los municipios más apartados del país.
Como en meses anteriores yo había estado promoviendo la construcción e instalación de un gimnasio de artes marciales en Ciudad San Cristóbal, en Mixco, conocía el enorme problema de estar, ese sector de población, separado por un enorme barranco del valle de la capital, y sirviéndole de comunicación, en esa época, un puente con dos carriles, uno de ida y otro de venida, lo cual ocasionaba largas colas para entrar o salir de ese lugar.
Otro problema era el limítrofe, dado que ese barranco era, precisamente, el confin de los municipios de Guatemala y de Mixco, de manera que era obligado poner de acuerdo a los dos alcaldes de dichos municipios para poder llevar a cabo una obra en común.
Además, ni el municipio de Guatemala ni el de Mixco querían hacer una inversión de esa naturaleza, y sus autoridades eran, tradicionalmente, de la opinión que la solución la tenía que aportar el gobierno, es decir, los fondos necesarios para construir la ampliación del puente.
Desde mi posición en el BCIE podía observar, por tratarse de un banco de desarrollo relativamente ágil, el desarrollo de los proyectos de infraestructura del país, y nunca figuraba la ampliación del puente de San Cristóbal ni en la Secretaría General de Planificación, SEGEPLAN, ni en ningún otro lado.
Como a mi llegada a dicha Institución encontré que había un proyecto municipal de financiamiento que casi no había sido utilizado, con mi vocación municipalista me di a la tarea de promoverlo.
En una reunión relacionada con financiamiento del municipio de Mixco, con el alcalde Abraham Rivera, aproveché para comentarle la inquietud que tenía con relación a la ampliación, dado que conocía de primera mano los problemas de acceso y evacuación de Ciudad San Cristóbal, y le hice ver que era de aprovechar que el país tenía un alcalde de la capital, uno de Mixco y un Presidente de la República, todos provenientes del mismo partido político.
En un par de ocasiones posteriores se lo volví a repetir al alcalde Rivera, y lo mismo hice en otra oportunidad con Oscar Berger, el Alcalde de la capital, y luego me desentendí del asunto, inmerso como estaba en todos los proyectos que había de sacarse adelante. Sin embargo, la semilla no había sido plantada en tierra infértil, porque de repente, sin que nadie me dijera nada, me pude dar cuenta que la ampliación de dicho puente se estaba llevando a cabo.
Del mismo modo, tengo unos 12 años de insistir en que el relleno de Amatitlán debiera ser utilizado para el tránsito terrestre.
Soy de la opinión que los rieles debieran levantarse, si es que todavía existen, ampliarse lo suficiente como para prever dejarle dos carriles por lado, profundizar y ampliar por lo menos a tres las vías de comunicación entre las dos porciones acuáticas, dado que es necesario que el agua fluya de mejor manera entre una parte y otra del lago, y asfaltar por lo menos dos carriles, uno de ida y otro de venida, con lo cual se facilitaría enormemente la circulación, no habría necesidad que el tránsito le diera la vuelta a todo el lago y se tendría otra ruta para situaciones de emergencia como la actual en que, entre el volcán de Pacaya y la primera tormenta tropial del año, Agatha, tienen el país fragmentado entre puentes derribados, derrumbes como hay en la ruta alrededor del lago que tienen incomunicados a algunos pobladores, y árboles caídos que, por su tamaño, impiden el paso hasta de vehículos pesados.
Por supuesto, esto sería el comienzo. Habría que seguir con la ampliación de la ruta que de Villa Canales conduce a la Carretera a El Salvador, hacer un trébol de distribución de tráfico en ese lugar que ni siquiera ha sidoo previsto, mejorar y ampliar el paso por Boca del Monte y el acceso a la ciudad por la Avenida Hincapié.
Guatemala es un país vulnerable en la medida que no se invierte sobre una buena planificación. Pero todo esto último es tema para otro día.
Por hoy basta recordar que existe un relleno, que ha de ser lo más caro, que sólo está esperando que alguien tenga la voluntad política de ponerlo a funcionar en beneficio de todos.
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