Luis XIV de Francia, el "Rey Sol" que se volvió célebre por su frase "El Estado soy yo", suele ser la encarnación del absolutismo real, pero no fue el único monarca con ese tipo de inclinaciones.
En Inglaterra, el absolutismo de Jorge III, amortiguado por la batalla que Oliver Cromwell, poco más de un siglo antes, ganó a favor del parlamento inglés (decapitando, por cierto, al rey, Carlos I), lo llevó a perder sus colonias americanas, las que, al independizarse y convertirse en los Estados Unidos de América, sentaron las bases de la separación de poderes, precisamente para que el poder no volviese a recaer en una sola persona.
Poco después de la emancipación de las colonias americanas de Inglaterra, el abolutismo de Luis XIV no lo pudo sostener, en Francia; su chozno Luis XVI, quien sucumbió guillotinado en medio de la conmoción que causó la Revolución Francesa, otro levantamiento popular influenciado por las ideas de Voltaire (especialmente acerca de la justicia), de Juan Jacobo Rosseau (El Contrato Social), movimiento que pretendía librarse del poder absoluto de una monarquía más dada a los lujos y a lo fatuo que a lo importante y urgente.
En España y, a través de élla, en toda la América Hispana, reinaba Carlos IV, no precisamente un absolutista, quien a raíz del levantamiento de Aranjuez tuvo que dimitir a favor de su hijo Fernando VII, de un carácter verdaderamente absolutista que no pudo soportar la limitación de sus facultades omnipresentes y convertirse en un monarca constitucional aprovechando la Constitución de 1812, decretada por las Cortes de Cádiz con representación de diputados americanos y peninsulares.
En medio de toda esa conmoción y, especialmente, la generada por la invasión de las tropas francesas de Napoleón Bonaparte a España, se dan los movimientos independentistas en América y, poco a poco, se van desgranando los diferentes virreinatos y capitanías generales en nuevos países que, en un proceso seguido por todos, van emitiendo sus propias constituciones, si no copiando los modelos francés y estadounidense, por lo menos sí incorporando todas esas ideas que, en libros prohibidos en un principio, y luego en la práctica en estos nuevos países, iban a cambiar definitivamente la manera de gobernar el mundo.
Sin embargo, hoy que estamos cansados de leer, día a día, sobre los dislates del Congreso de la República, sobre los disparates de algunos Magistrados de la Corte Suprema de Justicia, sobre la inoperancia de esta frente a la corrupción en algunos tribunales de instancia, sobre la ignorancia o debilidad de algunos altos funcionarios del Organismo Ejecutivo y sobre la intromisión de la Primera Dama en cuestiones que atañen al Organismo Legislativo y al nombramiento de magistrados en el Organismo Judicial, nos parece lógico cuestionarnos acerca del poder real que los denominados "Poderes" del Estado tienen en el ámbito de su respectiva jurisdicción.
Podemos colegir que, media vez una Corte Suprema de Justicia no puede despedir a un juez banal o corrupto, no es Suprema en el sentido administrativo y ha dejado de ser "poder".
Una Corte Suprema de Justicia que, en casación, está de acuerdo con los fallos emitidos en primera y segunda instancia que ordenan la ejecución del delincuente, pero que no está en capacidad de ejecutar el fallo por lagunas en la ley atribuibles a otro organismo del Estado, en alguna medida ha perdido su poder y se convierte en burla para los delincuentes condenados y objeto de escarnio para el común de los mortales.
Un Organismo Legislativo copado y hasta castrado por el Organismo Ejecutivo, no es "Poder" del Estado sino instrumento del gobierno, que son cosas bien distintas. Afortunadamente todavía existen acciones individuales de algunos miembros de este organismo, especialmente mujeres, que le proveen algunas "gónadas" que nos permiten pensar y afirmar que no todo está perdido, pero es una verdadera pena que este "Poder" del Estado, donde debiera darse el debate político de mayor altura, como sucede en otros países, sea únicamente escenario de componendas, de pactos políticos bajo la mesa, de acuerdos nefastos para saquear, de repartos balanceados del botín en que han convertido el Presupuesto de Gastos de la Nación, siempre bajo la batuta perniciosa de alguien o algunos del Organismo Ejecutivo.
El único que parece tener todavía algo de poder es el Organismo Ejecutivo. Lamentablemente, ¿para qué lo usa? Lo utiliza, especialmente, para todas aquellas cosas que molestaron a la población normal y corriente que protagonizaron la Revolución Francesa: el lujo, el despilfarro, la utilización de los recursos en causas que la población no entiende.
El populismo que diferencia el gobierno aristocrático francés del siglo XVIII del guatemalteco de estos días, abona más al despilfarro ya mencionado y al clientelismo político, en donde quienes no están con ellos son discriminados, como la población del corredor seco que se muere de hambre pero no se reacciona. Sin embargo, ambos tienen una característica que pareciera ser común: la falta de límites. Las comisiones otorgadas por municipalidades a miembros cercanos del clan familiar de la Primera Dama, el reparto de decenas de miles de pasteles, las vacaciones de verano de algunos pocos allegados al gobierno, todos son síntomas de que tienen "Gran Poder", que así lo creen y, encima, cualquier crítica en el manejo de los recursos que son de todos, "les vienen del norte".
El poder del Organismo Legislativo debiera estarse haciendo sentir para servir de contrapeso al despilfarro y falta de transparencia del Organismo Ejecutivo, pero en lugar de ser así, son las facultades contraloras del primero que vienen utilizando unas pocas diputadas con el resto de diputados y diputadas, ya indiferentes, ya en contra de éllas.
Si a lo anterior agregamos que el poder ha ido dividiéndose en más estratos, por ejemplo, al denominado Poder Judicial le han quitado "poder" al darle la función de velar por el orden constitucional a la Corte de Constitucionalidad; al denominado Poder Ejecutivo le han restado poder al volver independiente, por lo menos en teoría, al Ministerio Público, encargado (también en teoría) de la investigación criminal.
Finalmente, inferimos que "Poder" es únicamente el Organismo Ejecutivo, pero un poder perverso, por el momento, dado que el pueblo eligió, para gobernarnos, personas perversas o, por lo menos, sin carácter o sin los atributos necesarios para poner orden.
Lástima que aquellos próceres que, ante los abusos de los soberanos, se ingeniaron la separación de poderes, no dejaran resuelto el tema de la remoción del funcionario responsable por el uso perverso del poder. ¡Eso sería darle poder al pueblo que los eligió! ¡Eso sería más sano para todos!
sábado, 10 de abril de 2010
¿CUÁL ES EL PODER REAL DE LOS "PODERES" DEL ESTADO?
Etiquetas:
cooptación,
fragmentación del poder,
pena de muerte,
Poderes del Estado
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