Con indignación escribo luego de saber, hoy, del atentado a balazos que ayer sufriera el periodista Luis Felipe Valenzuela, de la cadena radial Emisoras Unidas, a quien no tengo el gusto de conocer personalmente pero admiro, más que por su profesionalismo, por la inyección de entusiasmo que le oigo transmitir a toda la ciudadanía por las mañanas.
Desde hace días se conoce un supuesto plan denominado Victoria 2012 (al mejor estilo de aquel "Arcoiris", de principios de la década de 1990), en donde aparecen los nombres de 4 periodistas a los cuales hay que acallar, tácticamente, para conseguir los maquiavélicos fines estratégicos de dicho plan.
¿Será cierto el contenido del mismo? ¿Será un espejismo más de los que suelen salir cada vez que el debate gira alrededor del aumento de impuestos o que se descubren nuevos actos de corrupción del gobierno? Quién sabe. El hecho es que ayer, al final de la tarde, de tres balazos que le tiraron, le pegaron uno que, según notas de prensa, le entró por detrás de la oreja y le salió por el pómulo, no entiendo si del mismo lado o del lado contrario.
Afortunadamente, por encima de estos maleantes está la voluntad de Dios, que permitió que la víctima caminara poco más de dos cuadras, agarrándose la herida con la mano para contener la hemorragia, y llegara a tiempo a la sala de emergencia de un hospital cercano a pedir auxilio, el cual, siendo oportuno, le salvó la vida.
El atentato se supone que fue por robarle un vehículo, uno de esos que no es de "sangre dulce", como se le dice en el argot a los vehículos más apetecidos por los ladrones. Además, las llaves del mismo quedaron puestas en una de las puertas, de modo que, indefensa la víctima después de recibir el disparo, no hubo impedimento alguno para que se lo llevaran, pero no lo hicieron.
¿Quién compra, entonces, la versión de que fue un robo de vehículo que se frustró?
Los mejores deseos por que el periodista atacado se recupere completamente. La elevación de los mejores pensamientos para que acompañen a todos los ciudadanos y ciudadanas honradas que salen todos los días a cumplir con su labor y se ven amenazados cotidianamente en su integridad, especialmente para quienes cumplen con una labor informativa seria. El acompañamiento a los familiares de tanta víctima mortal, a tanta víctima convaleciente que trata de recuperarse de las heridas físicas y morales que sabe que no se merece; a tanto niño que, de la noche a la mañana, se ha quedado en la horfandad; a los compañeros de trabajo y amigos que sufren con el dolor del amigo, de la viuda, del deudo.
¡Ya basta! Tanto engaño para saquear las arcas del Estado, para perpetuarse en el poder, para acallar a los mejores guatemaltecos con el disfraz de la delincuencia común. ¡Nadie, en su sano juicio, compra chueco! ¡Yo, por lo menos, no lo compro!
viernes, 9 de abril de 2010
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