jueves, 22 de abril de 2010

SAMARANCH: DONDE EL SENTIDO COMÚN Y EL TRABAJO SE CONJUGARON

Recién falleció quien en vida fuera Juan Antonio Samaranch, quien a sus 89 años deja este mundo en olor de santidad dentro del ámbito del deporte.

Nunca fue un gran deportista, y desconozco las razones por las cuales incursionó en el mundo deportivo federado. Lo que sí es cierto es que, cuando tomó las riendas del movimiento olímpico, no existían las estructuras que, para cambiar el entorno de las ciudades favorecidas con una sede, para hacer tan rentables las justas olímpicas a través de los derechos de transmisión televisada, y hasta para producir cambios sociales en la juventud de los países organizadores, dejó el señor Samaranch, a quien unos han dado en llamar el Papa del Deporte.

Recuerdo que hace unos años, cuando por su edad abandonó su papel de cabeza del olimpismo, todavía escuchamos varias notas relacionadas con corrupción, de modo que, aún reconociendo que hace falta trabajar en algunos aspectos, el balance de su gestión, comparable con la de un Presidente o de un Primer Ministro, es definitivamente positivo.

La gestión pública de Samaranch está impregnada de lo que hay que hacer para que las cosas funcionen y de un innegable amor al trabajo.

Probablemente su condición de líder y la conformación de los diversos equipos de trabajo que sacaran avante las diferentes facetas con las que el movimiento olímpico tuvo que bregar para lograr no sólo no desaparecer sino distinguirse, como el manejo de marcas, el de los patrocinios, el simple manejo del tiempo para que todo estuviese listo, el marketin, la negociación de precios y de espacios publicitarios y derechos de transmisión, todo, es evidencia de esa mente que supo guiar, liderar, coordinar y triunfar en medio de un mundo escéptico al cual, finalmente, logró transformar.

Lo que Samaranch, el más viejo "Señor de los Anillos" pudo hacer por el movimiento olímpico, puede hacerse transformando los países por unos más integrados, más benignos para recibir inversiones, más eficientes para conformar empresas que vengan a crear los empleos que se necesitan, más lógico para recaudar impuestos y otras cargas tributarias, más humano para vivir y para educar a las nuevas generaciones de jóvenes que, hoy, no saben qué esperar de sus dirigentes.

Es difícil que un dirigente logre, al partir, un reconocimiento global, y Samaranch, con su sentido común y su amor al trabajo, se lo ganó. ¡Un aplauso de despedida!

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