Las cárceles del país, lejos de ser el lugar en donde las personas que han sido condenadas en juicio penal cumplen sus condenas cuando la pena es de privación de libertad, se han convertido, de un tiempo para ahora, en una especie de centros de bajo astral de donde emanan todo tipo de malas vibras pero que, de la mano con la tecnología celular, irradian también órdenes de ejecución de personas, extorsiones y otro tipo de situaciones igual de nefastas para el desnvolvimiento de la vida en sociedad.
De todos es conocido que las granjas penales son un foco contaminado de actividades delictivas, y lo mismo está sucediendo con los centros de detención preventiva, en donde los sujetos a proceso pueden pasar años enteros antes de ser condenados y, por ende, trasladados al centro de cumplimiento de la pena.
Mientras tanto, gran parte de la población más vulnerable no tiene cómo hacer un buen tiempo de comida, pero los prisioneros que siguen en actividades ilícitas no sólo son alojados por cuenta del Estado sino que se les dan tres tiempos de comida al día. De comida caliente, por cierto.
Además, mientras muchas personas no tienen una habitación decente y centenas de millares de guatemaltecos tienen que pagar por acceder a una, los presos son alojados también por cuenta del Estado.
Los centros carcelarios de Guatemala, y con ellos los de la región Centroamericana, debieran dejar de ser centros en donde, al ingresar, los demás reclusos, más mañosos, les tienen plaza de trabajo a los demás, ocupándolos en hacer llamadas a incautos para ver quién cae y cómo los van extorsionando.
Desde aquí abogamos por que se terminen, definitivamente, las visitas y se creen centros de comunicacion virtual por medio del cual las familias pueden mantenerse comunicadas, mediante videoconferencia, a través de turnos preestablecidos, con sus seres queridos, pero cortando definitivamente con la posibilidad de que familiares y allegados ingresen drogas, chips, aparatos celulares, tarjetas de recarga de tiempo de aire, cigarrillos, armas, etcétera.
Los abogados mismos debieran tener limitado el acceso personal y garantizárseles la inviolabilidad de las comunicaciones virtuales con sus clientes, ya que tengo que reconocer que por unos pocos colegas que podrían prestarse a cualquier maniobra, hay que ser radicales en beneficio de las grandes mayorías que sufren los embates de la delincuencia organizada que proviene, especialmente, de esos antros de cumplimiento de la pena.
Recordemos que no son vacaciones pagadas las que se le han otorgado, mediante sentencia condenatoria, a estos delincuentes. Son penas que deben cumplir con la sociedad a la cual han ofendido y agredido, de modo que hay que repensar y rediseñar la manera como dichas personas, que lo continúan siendo, son resguardadas.
Podemos mantener reos en cumplimiento de su pena, pero no podemos seguir despilfarrando recursos públicos en centros de adiestramiento y de perfeccionamiento de técnicas delictivas y, encima, quedarnos callados y sin decir algo al respecto.
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