Como nos atrevimos a predecir, la nueva ley racista en contra de los migrantes, promulgada en el Estado de Arizona, en los Estados Unidos de América, comienza a dar sus primeras señales de debilidad, efectuándosele las primeras reformas antes de que cobre vigencia.
La ley que penaliza a los migrantes y permite procedimientos racistas para perseguir y atormentar una actividad intrínseca a la vida humana, como es el derecho a mudarse de lugar, ha logrado no sólo despertar conciencias sino unificar a los más variados estratos de la sociedae estadounidenese, en torno de algo que les repugna por igual.
Arizona ha venido a actualizar la agenda del debate migratorio, de manera que hoy vemos anglosajones e hispanos, jóvenes y viejos, chinos e indúes, autoridades electas o gente normal de la calle, todos codo con codo, criticando el nacimiento de una ley fundamentada en una línea de pensamiento que, en el siglo XX, generó guerras civiles y hasta la terrible Segunda Guerra Mundial.
Unas palabras especiales de reconocimiento a todos aquellos ciudadanos estadounidenses, oriundos del Estado de Arizona, especialmente a los de origen anglosajón, que en lugar de apoyar esta ley neonazi o de permanecer como simples espectadores, han salido a la calle a hacer valer su voz en contra de tal arbitrariedad, demostrando que en ese Estado todavía han alguna reserva de cordura.
Finalizo, hoy, repitiendo que el proceso puesto en marcha sigue vivo. El debate sobre la reforma migratoria, tanto en el Congreso como en el Senado estadounidense, no ha comenzado. Vislumbrar que se dé en estos momentos en que ya todos los políticos del país del norte tienen puestas sus mentes en las elecciones de noviembre del presente año, es ilusorio.
Por eso, el proceso de amalgamiento de las fuerzas vivas alrededor de dicho tema será largo, y no deberán desesperar porque en julio entre en vigencia la ley modificada de Arizona. Éste será el pretexto para unificar más, porque sí se puede, a la opinión pública estadounidense y mundial alrededor del tema migrante. Ojalá los europeos tengan oídos para escuchar lo que, en dicho debate, deberá decirse al respecto.
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