domingo, 30 de mayo de 2010

ÁGATHA, ARMAGEDÓN, PACAYA Y LOS COLOM

Sumada a la fuerte erupción del Volcán de Pacaya, que destruyó varias comunidades aledañas dejando en el desamparo total a miles de habitantes que lo perdieron todo y que, como cosa curiosa, al igual que la erupción del 20 de mayo de 1998, enfocó sus cañones hacia la ciudad capital, convirtiendo la noche del jueves 27 de mayo en una de lluvia de arena, de cenizas y de piedras, según donde uno se encontrara, entramos inmediatamente, el mismo jueves 27 por la noche, a sufrir los embates de lo que todavía era frente de baja presión y que se convirtiera en la primera tormenta tropical del año en el Oceano Pacífico, Ágatha.

El viernes 28, por la mañana, conforme a mi tradición de no quedarme de brazos cruzados ante este tipo de fenómenos, me movilizé con algunos amigos por el área de Santa Elena Barillas, rumbo a Los Pozitos, en donde pude conversar con la gente y admirar su valor y estoicismo y, además, observar las rocas de lava del tamaño de un puño que, junto con otras del tamaño de piedrín y grava relativamente gruesa, habían perforado láminas y dañado algunos cultivos, pero sin pasar a más, a pesar de estar tan cerca del impredecible coloso.

Posteriormente, esa misma mañana, me trasladé hacia el área de El Relleno, a inmediaciones del Lago de Amatitlán, pasando por la Aldea Tacatón, en donde la actividad era febril; todo el mundo trantando de quitarle peso a los techos de sus viviendas y amontonando verdaderos volcanes de arena en la calle. Curioso, pero me llamó la atención que la gente formó, con la arena del volcán, túmulos en la estrecha carretera, con la intención, quizás, de que los vehículos disminuyeran casi totalmente la velocidad. Como que la construcción de barreras para el tránsito está en el subconsciente de los guatemaltecos.

Mientras avanzaba hacia Tacatón, como estaba un poco despejado el cielo, pude observar la inmensa nube que salía de donde mentalmente ubicaba al volcán de Pacaya; una nube espesa, entre gris y roja, enfilando no hacia las alturas sino hacia el sur de la capital, que desde ahí se puede vislumbrar a lo lejos.

Al final de Tacatón comenzaban a sentirse los efectos de esa rara mezcla de arena, cenizas y lluvia, de modo que comenamos a avanzar en medio, literalmente, de una lluvia de lodo. Nunca había visto ni sentido un fenómeno como ése. Es impresionante. Los vidrios del vehículo se ensuciaban permanentemente, y si no fuera por los chorritos de agua me hubiese tocado, como a otros pilotos que vi, tener que sacar la cara por la ventana para tratar de ver con los ojos medio cerrados.

Hablar con la gente bajo tales circunstancias es horrible. En un minuto está uno bañado totalmente de lodo, y no hay prenda ni cabeza que se salve. Inmundicia por doquier. Gracias a Dios llevábamos agua pura para repartir, ya que todo, absolutamente todo, estaba contaminado. Hasta la superficie del lago, tradicionalmente de color verdoso, ahora era chocolatoso tirando a rojizo.

Estábamos conversando con gente de la calle cuando pasó un convoy de cuatro pick upos de doble transmisión, dos cargados con bolsas de víveres y dos vacíos, pero los cuatro con vidrios polarizados, de modo que entendí que era alguna brigada del gobierno. Venían de Amatitlán e iban hacia Tacatón. En esta aldea, donde los alcancé, había una aglomeración de mucho más vehículos del gobierno, especialmente pick ups, unos rotulados de la Secretaría de Asuntos Administrativos y de Seguridad, SAAS, otros del ejército (tanta brigada de tal batallón), sólo que en lugar de ayudar a los damnificados sólo llegaron a alborotarlos y a interrumpir el flujo del tránsito por la estrecha y única vía hacia de Amatitlán hacia las poblaciones más afectadas, como Calderas, que fue prácticamente destruida.

Como no se veía que fueran a dar paso, porque prepotentemente bajaron gente armada con capas azules a ordenarle a todo el mundo que se estacionara también, decidí dar la vuelta en U, como pude, y enfilarme hacia Amatitlán, pero unos cuantos kilómetros más adelante el paso estaba interrumpido debido a la caída de un enorme árbol en la pista de asfalto, de modo que, otra vez, vuelta en U y regresar a Tacatón para, nuevamente, recibir la orden de estacionarme hasta que se les diera la gana abrir el paso. Por cierto, en El Relleno todavía había cola de gente recibiendo su bolsa de raciones y algunos pick ups de la SAAS.

De repente, como que se les terminaron las bolsas porque, repentimanente, del radio que el guardia tenía bajo la capa azul, cuyo sonsonete escuchábamos pero no entendíamos, recibió una orden y salió corriendo, de modo que todos los pacientes ciudadanos que producimos para pagar impuestos y que ellos tengan su sueldo pudimos seguir nuestro camino: pick ups cargados con láminas, con bultos, con niños mojados, con mujeres envueltas en nylon.

Tristemente pude observar el despilfarro de recursos, ya que era prácticamente un pick up cargado de elementos armados, un pick up descargado, es decir sin víveres ni elementos, asumo que de cosas que habían dejado ya en otros lugares afectados, y un pick up con bolsas con alimentos, que no eran muchos, la mayor parte de la bolsa ocupada por una bolsa de harina de maiz como de tres libras.

Sin embargo daba tristeza, por la tarde, ver la maquinaria que llevaron y que estacionaron a inmediaciones de El Relleno pero que no tenían operarios que las hicieran funcionar y, así, ayudaran a la población a limpiar de arena sus calles.

Ya al final de la tarde escuchábamos del peligro de Ágatha para el fin de semana y de la cercanía de Armagedón, la primera tormenta tropical en el Atlántico.

Haciendo un análisis sereno, nos parece que el gobierno, en un principio, salió bien al paso de la tragedia. Con fondos recientemente aprobados por el Banco Mundial, por el orden, según recuerdo, de US$.95.0 millones que, en principio, no debió asumir el país, sino debió gestionarse un fondo de emergencia de Centroamérica, quizás por un monto algo mayor, pero que sirviera para que los países compartieran los gastos que implican el compromiso de tener disponibles los fondos, aunque el país que los utilice, por alguna emergencia declarada, asuma el pago de los intereses de los montos desembolsados, pero ese es otro tema.

La Conferencia de Prensa inicial fue ordenada, con la información disponible en el momento, pero ya viendo cómo actúan en el campo son realmente una decepción.

Si a lo anterior le sumamos la trayectoria de estos poco más de dos años de gobierno, en donde lo que han tocado lo han contaminado con corrupción, me late que la cara hasta de felicidad que pude detectar en el Presidente Colom en la conferencia de prensa aludida, tiene que ver con el hecho de contar con 95 millones de razones para disponer con un Acuerdo de Emergencia que, entendemos, será ratificado por el Congreso de la República, como puro trámite, este martes 1 de junio.

Me ha tocado vivir, ya, varias oportunidades, momentos como éste. Desde el terremoto de 1976, pasando por los estragos del huracán Mitch y la tormenta tropical Stan. No dudo que en todos haya habido, dentro de los esfuerzos de reconstrucción, actos de corrupción, pero estimo que los mejor coordinados y transparentes, hasta el momento, son los de 1998-1999 con ocasión del huracán Mitch, y los peores, hasta el momento, los de la tormenta tropical Stan, en donde el Comisionado Presidencial hasta abandonó, prácticamente, los esfuerzos de reconstrucción, o no los pudo articular por falta de capacidad y liderazgo; no lo sé.

Ahora, mi larga experiencia en la vida política nacional, que incluye circunstancias como éstas, me hace dar la señal de alarma. Mucho me temo que en los días, semanas y meses por venir, los esfuerzos de reconstrucción se conviertan en una calamidad más para la gente necesitada de que alguien ayude. Ojalá me equivoque, pero el clientelismo político que vi el viernes por la mañana, haciendo el gran aparato con gente cansada de palear y enlodada, sin realmente resolverle nada sino, en su lugar, entrampando a los demás ciudadanos en su necesidad de transportarse, me hacen pensar lo peor.

¿Hasta cuándo aguantarán los guatemaltecos?

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