Durante toda la vida hemos visto, como ayer, la manera en que los mexicanos despiden a sus artistas cuando finalizan sus vidas terrenales. Son verdaderos héroes populares, reconocidos por la sociedad donde se desenvuelven, a la cual le han aportado valores inmateriales que alimentan al espíritu de todas las gentes.
En Guatemala, por el contrario, ser artista es sufrido, es condenarse a sí mismo a la pobreza y a las penurias para transportarse, para comprar medicinas, para alimentarse y tener un techo digno. Ser artista en nuestro país significa jamas poder terminar de trabajar.
Criticamos hoy, en primer lugar, a las autoridades culturales que, entendemos, en lugar de apoyar el arte y la cultura en su universalidad, pretenden ver como tal únicamente los aspectos vernáculos, lo cual es un error.
En segundo lugar, la crítica va para autoridades culturales, financieras y al Gobierno de la República, en general, pues al producir y avalar el recorte presupuestario más grande de quienes, dentro de la estructura del Estado, se dedican a temas de arte y cultura, demuestran su estrabismo político y una incapacidad feraz para entender lo que estas ramas de la actividad humana pueden hacer dentro del anhelado combate a la delincuencia.
En alguna oportunidad anterior hemos mencionado en este espacio cómo nuestros músicos, los artistas de la plástica, los actores de teatro, por mencionar algunos, están en capacidad de apoyar programas gubernamentales de actividades lúdicas que puedan ayudarnos a rescatar a la niñez y a la juventud del brazo peludo de las maras.
No habría actividades más sanas para nuestra niñez y juventud en riesgo que establecer centros, en los diferentes barrios, en donde puedan aprender a pintar, a tocar batería, saxofón, clarinete, marimba o cualquier instrumento musical, a bailar ballet, hip hop, break dance, salsa, tango o todo lo anterior, a involucrarse en alguna obra de teatro, a hacer boxeo, lucha libre o cualquier arte marcial que desee. Organizar grupos para practicar park tour, por ejemplo, no saldría tan caro, pero sí se hace necesario que exista un apoyo institucional.
En lugar de hacer recortes en esta parte del presupuesto de la Nación, que ya es exigua, deberían no sólo ir fortaleciéndolo con mayores asignaciones, sino promoviendo una coordinación con el deporte federado.
En síntesis, la cultura es tan amplia como el pensamiento universal y no debemos limitarla sólo a las cuestiones originarias de Guatemala; y es tan importante para ayudarnos a salir del obscuro callejón de violencia en que estamos, que lejos de quitarle dinero y estrangular a las actividades culturales y a los artistas, debemos fortalecerlas.
No esperemos a que nuestros artistas terminen sus existencias pasando penas para comenzar a recordarlos y a homenajearlos. Empecemos desde ya a darles, en vida, el lugar que se merecen dentro de nuestra sociedad.
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