lunes, 9 de agosto de 2010

LA TALACHA, UNO DE LOS NEGOCIOS CARCELARIOS

En teoría, el sistema penitenciario debe apoyar la rehabilitación del reo, pero en la práctica, en Guatemala es uno de los sistemas más corruptos que hay, sin que nadie haya hecho lo suficiente por cambiar el rumbo de las cosas.

La talacha es uno de los negocios carcelarios. Así se le conoce a la contribución forzada que los mandamases del penal o del centro de detención preventiva, obtienen de la comunidad recluida, bajo amenazas. Es una verdadera extorsión en la cual participan, activamente, los mismos detenidos o reos en cumplimiento de sentencias, muchas veces, la mayoría, con la anuencia o la participación de las autoridades.

Adentro de los reclusorios todo es negocio: la cubeteada, los cigarrillos, el licor, el uso del piso en el patio, la protección, la comida, las revistas, las visitas conyugales, la ubicación en tal o cual lugar, los celulares, la televisión, las drogas y hasta las armas.

Cuando hemos sostenido, públicamente, nuestros argumentos con relación a la pena de muerte, algunos pocos interlocutores sacan el argumento de que no es un disuasivo, con el cual no estoy de acuerdo, pero la otra noche un amigo me recordó que el "sistema" debe velar por la reincorporación del reo a la sociedad.

Luego, si la totalidad de los presidios son escuelas del mal, ¿de qué reincorporación estamos hablando? ¿de una reincorporación de delincuentes a la sociedad?

Esta situación tiene de cambiar. Se necesita verdadera voluntad política, no sólo a nivel de la Dirección del Sistema Penitenciario sino al más alto nivel, para que nuestras cárceles cambien. En primer lugar, en beneficio de aquellas personas que tienen que cumplir condenas por delitos no violentos que, al caer entre delincuentes acostumbrados al olor de la sangre y de la pólvora, se vuelven verdaderas víctimas del sistema y, al salir, seguramente habrán aprendido otro tipo de mañas con las cuales reincorporarse a la sociedad, pero para fastidiarla.

Pero se hace imperativo el cambio para procurar que quienes cumplen una pena impuesta salgan a la calle a volverse seres activos y productivos, que hayan aprendido de la experiencia y no quieran volver, lo cual es contrario a lo que actualmente sucede, pues los delincuentes con decenas de ingresos a las cárceles así lo indican.

Por otro lado, aquellos delincuentes de difícil reinsersión, violentos, malos, deben estar adecuadamente aislados de la sociedad y de los demás reclusos no violentos, en ambientes en donde dejen de producir más daño desde adentro de las propias instituciones del Estado, desde donde se les da alimentación y techo solamente para seguir delinquiendo.

La selección del personal del Sistema Penitenciario también debe ser objeto de atención. Nosotros pensamos que habría que darle prioridad, para ocupar estas plazas, a personas que han tenido, en su experiencia personal, razones para no permitir que los delincuentes sigan organizados, liderando sus pandillas desde los penales.

La selección del personal y su sometimiento, periódicamente, al detector de mentiras, deben ser parte de los cambios, así como inversión en infraestructura moderna y cambio de algunos esquemas legales para revertir la situación.

Algún día habrá de llegar alguien con voluntad política, claridad de ideas y suficientes atributos para somatar la mesa del sistema de prisiones y poner orden en este desmadre.

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