lunes, 2 de agosto de 2010

EL HONOR, LA ÉTICA, LA IDONEIDAD Y LOS NOMBRAMIENTOS DE FUNCIONARIOS

La posición en que el Presidente de la Corte Suprema de Justicia, CSJ, se ha puesto, él solito, es precaria.

Según podemos recordar, asumió el cargo rodeado de una aureola positiva, pero su decisión de viajar acompañado de una dama que no es su esposa, y de tratar, al verse descubierto, de disfrazarla de traductora y luego de asistente, en un viaje a Brasil que debió durar, si mucho, tres días, y que se prolongó como diez días adicionales, con unos costos que sobrepasaban los dieciséis mil dólares, ha sido desgastante. Ni siquiera ha abonado a su favor la devolución de viáticos, entre los dos, por casi cuarenta mil quetzales, porque la cifra parece, todavía, elevadísima, para un público que, con razón, no perdona que los funcionarios utilicen los recursos de los impuestos para este tipo de periplos que cualquiera está en su derecho de efectuar, pero en su tiempo y con sus recursos.

Luego, se ha hecho muy visible presidiendo la Comisión de Postulación que ya fracasó, de alguna manera, al presentarle al Presidente de la República una terna en donde, oh casualidad, se les coló el candidato a Fiscal General de la República que, finalmente, contó con la aprobación de aquél, sólo que con el pequeño problema que llevaba acarreando una cola que lo hacía, de entrada, sin juzgar nada más, una persona no idónea para ocupar el cargo.

La idoneidad ha sido un término que siempre ha estado presente, pero es hasta ahora que contamos con una Ley de Comisiones de Postulación, y que algunos grupos sociales han estado muy atentos a los nombramientos, precisamente porque ya todos estamos hartos de que nombren a los amigos y no lo que el país necesita, que el término ha adquirido la connotación que merece.

El Colegio de Abogados y Notarios de Guatemala, una institución de las más antiguas del país, tiene, como todos los Colegios Profesionales, un Tribunal de Honor que pocas veces funciona. Hace algunos años pudimos ver algunas publicaciones de prensa que, por fin, valientemente, hizo dicho Tribunal, publicitando algunas resoluciones que dieron con amonetaciones públicas en contra de algunos profesionales, unos en su calidad de abogados, otros en su calidad de notarios.

Pero hablar de honor, de ética, como el mismo Presidente de la CSJ mencionó hoy en tristes declaraciones, porque hay un sector que le pide que deje el cargo porque no es la persona idónea ni para presidir la Comisión de Postulación de Fiscal General, ahora que se ha vuelto a integrar, ni para juzgar si los candidatos son o no son idóneos, o de la misma idoneidad, suele ser algo superficial.

Hoy, más que nunca, debemos defender estos importantes valores. No juzgamos si el Presidente de la CSJ y del Organismo Judicial deba retirarse para permitir que alguien más, no desgastado, ocupe ese espacio, por el bien de la Nación. Ni siquiera porque está siendo acusado de haber inscrito poco más de veinte kilómetros cuadrados de tierras comunales indígenas a nombre de una entidad privada, porque también existe la presunción de inocencia.

En el proceso de selección del próximo Fiscal General y Jefe del Ministerio Público, es importante que quienes tendrán en sus manos los currícula de los aspirantes, tengan la altura moral, ética, el concepto del honor y la idoneidad para ser, a su vez, creíbles ante la ciudadanía, especialmente tomando en cuenta que al Fiscal que propusieron y que efectivamente fue nombrado, hace pocas semanas, fue señalado por el anterior Director de la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala, CICIG, de ser un brazo de las mafias, lo cual liga con éstas tanto al Presidente de la República, quien lo nombró, como a la Comisión que lo postuló en primer lugar.

Es urgente, pués, que los funcionarios entiendan que hay un bien común, que se llama Guatemala, que está por encima de sus intereses y afanes personales.

Hablar de honor y de ética cuando nuestras acciones públicas nos desdicen y señalan cuál es nuestro verdadero sentir y nuestra verdadera manera de hacer patria, hacen que no seamos esencialmente idóneos para hablar de la idoneidad de los demás.

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