miércoles, 20 de enero de 2010

EL CENTRO NACIONAL DE REGISTROS

Mi experiencia de poco más de cuatro años en el Registro General de la Propiedad de Guatemala, RGP, como Registrador Sustituto, y de unos dos años en el Registro de Información Catastral, RIC, como miembro de su Consejo Directivo, me dio el conocimiento necesario no sólo para entender mejor las necesidades del usuario, que por lo menos en cuanto al primero ya las conocía desde finales de los años 1970's, sino las necesidades de cada institución, que son un tanto diferentes, el marco legal y, especialmente, las necesidades de la nación y de la población, especialmente la de carácter rural que tiene que viajar, muchas veces trasladando dinero en efectivo, para poder investigar o atender sus asuntos relacionados con los registros públicos.

A finales de esa gestión en el RGP, el presidente Oscar Berger había accedido, para que se pudiesen ampliar las instalaciones de esta más que centenaria e importante Institución, había accedido a cederle la adscripción del terreno que ocupa toda una manzana, adyacente a las actuales instalaciones del RGP, en donde desde los años 1930's ha funcionado, entiendo, la Dirección General de Sanidad, situación que finalmente revirtió el mismo presidente, pero mientras tanto pude dirigir alguna actividad con fines de preparar el proyecto de inversión en dicho predio, el cual tenía que ser aprobado por la Comisión Nacional Registral, CNR, de la cual también era parte.

Eso me dio la oportunidad de pensar que la dispersión de los registros públicos no abona, en nada, en beneficio del público usuario, fomenta la arbitrariedad y la incongruencia de políticas y de tiempos de respuesta y, a la vez, hace caro, para el Estado, acercarse a los usuarios del ámbito urbano-rural y rural-rural.

El proyecto que tenía en mente, que todavía pude discutir con los Lics. Fernando Quezada Toruño y Rodolfo Cárdenas, con quienes integrábamos la Sub Comisión de Infraestructura de la mencionada CNR, pocos días antes de enterarnos que el presidente Berger daba marcha atrás con lo del terreno que, dicho sea de paso, ni siquiera estaba registrado a favor de La Nación, como debería haberlo estado, y nosotros tuvimos que inscribirlo debidamente, consistía en preservar el edificio de casi siete décadas de antigüedad y de estilo Art Deco, que aunque infuncional para las necesidades actuales (fue diseñado hasta con cocheras donde guardaban los caballos para tirar los carruajes), es intocable por ley, pero en el predio de atrás se iba a hacer un enorme sótano, de 5 niveles de profundidad para albergar no sólo el archivo del RGP, que es inmenso, sino para darle cabida al mayor número de vehículos en esa área del centro de la ciudad en donde casi no se consigue parqueo.

Lo interesante y novedoso del proyecto es que se dejaba contemplado, adelantándonos a los tiempos que algún día vendrán, para colocar, en un solo sitio, todos los registros, de tal manera que hubiese un lugar en el centro de la ciudad, lugar a donde tienden a confluir las rutas de transporte de toda la periferia, en el cual se pudiese acudir a resolver cualquier tema relacionado con algún registro público. Ahí se podrían ver asuntos del Registro Mercantil, del Registro de la Propiedad Industrial, del Registro Nacional de las Personas, del Registro de Información Catastral, de Garantías Mobiliarias, pero también se atenderían temas de licencias de conducir, de portación de armas, de extensión de pasaportes, de placas de vehículos, etc.

Contaba, además, con instalaciones para que la Municipalidad de Guatemala y las municipalidades vecinas de la capital, en donde muchas veces se necesita hacer trámites que se dificultan por las distancias a las cuales quedan, pudieran tener oficinas que las representaran en todo lo que se refiere a atender a sus vecinos y resolver los asuntos donde tuvieran interés.

Además, se pretendía que ese verdadero centro de servicios contara, además, con agencias de todas las compañías de cable, de teléfono, de energía eléctrica y de agua del entorno metropolitano, como de los mayores bancos del sistema, en un afán de facilitarle la vida al ciudadano.

Ese proyecto no pudo llevarse a cabo, pero el ciudadano sigue entrampado en los trámites de una numerosa burocracia y nadie piensa en él.

Hoy, desde esta trinchera virtual, pienso que el país debiera ir más allá y romper el esquema de lealtades de los diferentes registros públicos hacia tan diversas autoridades gubernativas, y llevar a cabo los cambios legales necesarios para crear el Centro Nacional de Registros, con una Comisión Nacional Registral que acompañe a un Registrador General de Guatemala que tenga el control sobre todos los registros públicos del país, y así comenzar una etapa que permita llevar esos Centros Nacionales de Registros, conectados en forma virtual, a todas las cabeceras departamentales del país.

Los ciudadanos del interior del país no son ciudadanos de segunda, pero el sistema actual de registros así los hace parecer, ya que todo, a excepción del Segundo Registro de la Propiedad con sede en Quetzaltenango, en alguna medida el RIC y el Registro Nacional de las Personas, está actualmente centralizado, lo cual los obliga a hacer viajes y gastos adicionales a los ciudadanos de la capital, invirtiendo tiempo y corriendo riesgos también adicionales.

Crear un Centro Nacional de Registros no le haría mal a nadie. Por el contrario. Crearía las bases para que Guatemala sea más competitivo en todos los asuntos que, por su naturaleza, requieren la sanción de este tipo de instituciones.

La tecnología que hoy existe permite hacer muchísimas cosas pero por falta de imaginación, de decisión o de voluntad política, no las estamos haciendo en estos momentos.

Guatemala puede se un ejemplo para el mundo en materia de agilidad registral y certeza jurídica, lo cual atraería inversiones que hoy son inimaginables bajo el sistema actual en el que sólo el RGP ha logrado llamar la atención y convertirse, según el Banco Mundial, en el primer registro de América Latina y el Caribe, a pesar que colapsó su sistema informático en mayo de 2003, y cuando lo recibimos, a principios de 2004, continuaba totalmente colapsado y era casi imposible registrar cualquier operación, al colmo que sabemos que muchos bancos desembolsaron a la palabra porque no había manera de inscribir las hipotecas a su favor, creándole durante mucho tiempo un daño incalculable a la economía.

En fin, son ideas que, por venir cargadas de sentido común y tener que ver con cambios en la legalidad del país que, obligadamente, tienen que pasar por los operadores políticos, me atrevo a compartir con Uds. en este espacio.

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