Hace unos meses fui invitado al programa "Hablando Claro" que dirige el periodista y Doctor en Derecho, Mario David García, según recuerdo, para discutir algunos aspectos de la crisis política hondureña, ocasión en que se pudo entrevistar en vivo, vía telefónica, al depuesto presidente Manuel Zelaya, y darnos cuenta de viva voz cómo, su crasa ignorancia de aspectos legales y su arrogancia, llevaron a una escalada de dificultades políticas que, finalmente, desembocaron en su salida del poder y la sustitución constitucional del Presidente de la República.
Ha de haber sido en esa ocasión en que, como suele hacer este conocido periodista, hablamos de varios temas; uno de ellos, el clientelismo político del actual gobierno de Guatemala con el programa de reparto de dinero en el interior del país, sin la debida transparencia, y sin que el inicio del mismo haya sido impedimento para que tanto niño, especialmente, estuviera muriendo de hambre.
En esa oportunidad expresé que, la manera como están llevando a cabo este programa está produciendo una generación de pedigüeños que, lejos de conducir a una mejora futura de las condiciones de vida de la población, creará malos hábitos y un sinnúmero de personas más interesadas en llenarse de hijos, porque parece ser que es por hijo que les pagan, que trabajar.
Como no hubo oportunidad de desarrollar las ideas al respecto por cuestiones de tiempo del programa, aprovecho para retomarlo y dejar estableacidas algunas líneas generales de acuerdo con lo que de dicho programa conozco, dejando a salvo la posibilidad de conocerlo mejor en el futuro y retomar el giro de mis pensamientos.
Ya lo dijo Séneca, el gran pensador romano, hace miles de años: "No hay hombres ricos ni pobres, sino gente con pocas y muchas necesidades". Yo he dicho en este espacio que las personas del interior del país están pasando muchísimas penas, y sus necesidades son inmensas y, lo que es peor, apremiantes, es decir, que no pueden esperar. Bajo ese punto de vista, el programa de reparto de esa ayuda en alguna medida ha de estar aliviando considerablemente las necesidades ingentes de una población mayoritaria que está sumida en la pobreza.
Sin embargo, conozco referencialmente el caso del guardián de una persona que me refirió que aquél había renunciado. Era un trabajo relativamente liviando, ya que se limitaba a cuidar una casa de campo mientras el dueño no estaba. Sorprendido de la repentina renuncia, mi interlocutor manifestó que le preguntó la razón por la cual no iba a continuar trabajando, siendo un hombre relativamente joven pero ya de una edad en la que le sería difícil conseguir algo por otro lado. La respuesta lo dejó atónito: fue algo así: "Es que como nos pasan Q.300.00 por patojo ya no tengo necesidad de trabajar".
En el manejo sencillo de economía elemental que este cabeza de familia había hecho, le salía mejor que le pagaran por cada hijo que tenía y quedarse rascando la panza en su casa, que mantener su humilde puesto de trabajo. Aquí no hay dignidad; es únicamente un frío cálculo matemático.
Tengo razón, entonces, de pensar que la manera como se lleva a cabo este programa está creando una generación de pedigüeños, personas que fácilmente harán el cálculo que es mejor "zamparle" una docena de hijos a la mujer que salir a trabajar, lo cual no es justo para las mujeres, principalmente, y convierte a los hijos en mercadería de intercambio, fomentando una política irresponsable de explosión demográfica que contradice totalmente el sentido común y otro sinnúmero de esfuerzos que actualmente se hacen para ayudar a mejorar la calidad de vida de la población, especialmente mujeres y niños.
Luego, me parece que dicho programa, el cual han denominado de Cohesión Social, lo que realmente está produciendo es una Explosión Social. ¿Qué hará el Estado de Guatemala cuando los diez hijos que le sirven para recibir subsidio a Juan X, lo hagan abuelo y, siguiendo su escuela, se monten los diez en el sistema, con diez hijos cada uno, para recibir por lo menos lo mismo que el padre? ¿Tendrá la capacidad económica para atender a todos? ¿Se tendrá la capacidad, en el futuro, de prever la educación pública y gratuita de cien nietos por pareja?
Cohesión significa reunir, enlazar, atraer unas cosas a otras. Lo que se pretende, en todo caso, con el programa, es atraer a las personas, niños especialmente, hacia la escuela y el centro de salud, lo cual es correcto en principio, pero lo que los niños están aprendiendo en el seno de sus respectivos hogares es que sus progenitores están claudicando y se están colgando, ellos mismos, del programa. Y las enseñanzas del hogar suelen ser más profundas y duraderas que las que cualquier escuela pueda brindar.
Creo que el programa debe mantenerse pero hacerle modificaciones. El trabajo social del expediente familiar se tiene que reforzar, de tal manera que el incentivo no sea perverso: ni tener más hijos ni estar desocupados, es decir, si por alguna razón los progenitores no están trabajando, el Estado debiera tener alternativas para poner a los beneficiarios de tales proyectos a producir en algo más.
Guatemala es un país de emprendedores. El chiclero de la esquina, el hombre joven que enganchó un taxi, el hijo que ayuda a su familia a sembrar verdura, a producir fresas, a hacer un pozo artesiano... yo estoy acostumbrado a ver a mi gente madrugar, emprender, ingeniárselas.
Este tipo de programas debieran venir a reforzar a la niñez y a la juventud para prepararlos de manera que tengan mejores oportunidades, no a hacerlos objeto de cambio, mercancía de alquiler que produzca renta mensual.
Es por eso que no creo que Guatemala sea un país de pedigüeños y que el Estado no debe fomentar la haraganería, por bien intencionada que la autoridad de turno sea.
Como todo en la vida, es perfectible, así los programas que un gobierno inicia pueden irse perfeccionando en el camino. Lo malo es que este, en particular, lo han vuelto de alguna manera clientelista, lo cual le hace perder seriedad y el respaldo de gran parte de la población que paga impuestos y que no ve con buenos ojos que el dinero se regale.
Personalmente creo que todo esto se puede mejorar. Que el dinero no se debe regalar al correligionario sino invertirse donde más se necesita.
Guatemala está urgida de cambios sociales, especialmente a nivel de las comunidades del interior del país, tradicionalmente rezagadas. Este programa puede ser el inicio del comienzo de la reversión (lo digo así, a propósito), pero, lejos de verse como el vehículo de la candidata a relevar al actual mandatario, debe verse y entenderse como algo serio que no le produce beneficios sólo a quien recibe el dinero, sino a toda la población.
Es decir, en la medida que las cosas se hagan con seriedad y no a escondidas, a medias y electoreramente, el industrial, el comerciante, el agricultor, el profesional que paga impuestos y que no es beneficiario del programa irá entendiendo que la base que sustenta su actividad, su profesión, tiende a crecer, con lo cual habrá más personas que compren sus productos o requieran sus servicios y, a la larga, la base que sostenga al Estado con sus tributos se ampliará.
Hoy todo eso no se entiende y la población normal y corriente tiene el derecho de preguntarse qué se está haciendo con el dinero que paga de impuestos, si solamente ve que lo quitan de renglones importantes, como seguridad ciudadana, administración de justicia, investigación criminal, salud, y lo pasan a los renglones donde se pierde en fotos, magdalenas por decenas de miles y regalos en remesas sin control.
En la medida que los políticos de turno que están administrando la cosa pública entiendan estos argumentos, mejor les irá. Yo lo digo con la convicción que me da sentir que mis argumentos hacen sentido: el sentido común del cual tanto hablo y escribo.
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