domingo, 31 de enero de 2010

UCRONÍA HONDUREÑA O HISTORIA CONTRAFACTUAL DE UNA CRISIS POLÍTICA

Es el 28 de junio de 2009 y los militares rodean el inmueble donde el presidente Manuel Zelaya duerme solo. Lo sacan en ropa de dormir pero logra sacar su sombrero. Lo conducen al aeropuerto, en donde lo espera un avión que lo traslada a Costa Rica, lugar en el que lo dejan abandonado a su suerte.

Afortunadamente para él, cuenta con el apoyo incondicional del presidente de ese país, quien lo acoge como huésped. Los medios de comuniación masiva, para entonces, ya han dado la noticia a todo el mundo, cuyos líderes comienzan a reaccionar condenando el Golpe de Estado y exigiendo el regreso al poder del presidente constitucional.

La prestigiosa Organización de Estados Americanos, OEA, con su todavía más prestigioso Secretario General al frente, llega ese mismo día al país; al día siguiente, ocasión en que se reunen los Presidences de Centroamérica en Managua, arriba para liderar una declaración de advertencia al Congreso Nacional, quien hace caso omiso y procede a nombrar a Roberto Michelletti, hasta entonces presidente de dicho Organismo del Estado, para que ocupe, interinamente, la Presidencia de la República.

A las voces de la Reunión de Presidentes, de la OEA y de muchos líderes del mundo libre, incluyendo los de Cuba, Venezuela, Bolivia, Ecuador, Argentina, etcétera, se suma la del Secretario General de la Asamblea de la Organización de Naciones Unidas, ONU, antiguo dirigente sandinista y ahora líder del mundo libre. Todos rechazan lo que sucede en Honduras. Es inconcebible lo que sucedió ese 28 de junio, no importa cuáles son sus antecedentes.

La presión es tan grande que el tres de julio, apenas unos días después de asumir, mientras las personas regresan a sus hogares al final de una jornada semanal de protestas, trabajo e incertidumbre, el presidente interino a quien todos llaman de facto, renuncia a la Presidencia de la República, y en su alocución a la Nación señala que la única manera de alcanzar la paz en el país es volviendo las cosas a como eran antes del domingo anterior.

Manuel Zelaya regresa el domingo por la mañana en un avión de la Fuerza Aérea Venezolana, haciéndose acompañar de los Secretarios Generales de la OEA y de la ONU, así como por varios presidentes de países amigos, entre los cuales destacan Hugo Chávez Frías, Evo Morales, Daniel Ortega y Cristina Fernández, quienes se encargan de resaltar que el compañero Zelaya ha salido victorioso liderando una revolución que apenas comienza en Honduras, y que la misma vendrá a beneficiar especialmente a la gente......... ya todos sabemos el discurso.

Los seguidores de Manuel Zelaya, que se contaban en el orden de entre mil y dos mil personas, ahora son decenas de miles que abarrotan las calles aclamándolo, vitoreándolo. Son mucho menos, ahora, quienes adversan en las calles al presidente que regresa.

Inmediatamente queda claro, por el discurso del susodicho, que la cuarta urna va; que el Tribunal Supremo de Elecciones no conoce la diferencia entre una consulta popular y una simple encuesta, que es lo que él quiere mandar hacer. Sólo que ahora su tono no es explicativo, sino como dando a entender que los miembros del TSE son unos brutos que no entienden nada, y con ellos todas las personas que en su momento los respaldaron.

El tiempo corre en una sensación de tensa normalidad en la cual el TSE sigue sosteniendo su tésis acerca de la ilegalidad del proceso, pero los discursos, las turbas frente a dicha Institución y el canal de televisión del gobierno suenan más fuerte. Los tribunales son acallados con manifestaciones populares y espontáneas, tanto frente a los edificos que ocupan como frente a las casas de los magistrados. Nunca llegan a emitir un fallo en contra de la cuarta urna. Mientras tanto, las tanquetas del ejército se mantienen a una distancia prudencial, como diciendo que están más para cuidar a los revoltosos que a las instituciones y personas hostigadas.

El esperado día de las elecciones llega. Es el 27 de noviembre de 2009. La actividad de los últimos días ha sido febril. La cúpula militar que lo derrocó está, desde hace meses, en bartolina, sujeta a proceso por sedición, violación a la constitución y traición a la patria, de manera que quienes están al frente del ejército, ahora, disponen la logística necesaria para trasladar a los centros de votación, tanto las urnas como todo el material impreso que llegara de Venezuela en aviones cargueros.

El canal de televisión del gobierno se ha encargado de advertir a la población que el sistema de votación en esa cuarta urna está libre de requisito alguno. Todo el mundo puede llegar a emitir su opinión, sin restricción ni control alguno por parte de las autoridades electorales o los fiscales de los partidos políticos, aunque no tengan cédula de identidad.

El resultado es abrumador por modificar la Constitución y permitir la reelección presidencial, de modo y manera que el viernes 4 de diciembre, el mismo Presidente de la República, sin tomar en cuenta al TSE, convoca a elección de una Asamblea Constituyente para el domingo 3 de enero de 2010. El TSE alega, de nuevo, ilegalidades en la convocatoria, pero nadie parece hacerle caso. Las voces de los magistrados del TSE también se van apagando con la quema de llantas tres días consecutivos frente a sus viviendas. La música navideña es el marco de esta revolución democrática, la primera en Latinoamérica este siglo XXI, y las tanquetas del ejército siguen presentes y silenciosas.

Los allegados al Presidente Zelaya resultan electos mayoritariamente en la elección del domingo 3 de enero. Son las elecciones menos asistidas de la historia de Honduras, por el Año Nuevo, quizás, por el tema, tal vez, pero eso no importa. A estas alturas, las huestes del Presidente han conseguido doblegar la voluntad de uno de los magistrados electorales, de modo que es uno de ellos, con cara descompuesta, quien instala, el miércoles 6 de enero, a los diputados constituyentes que tendrán por tarea modificar la constitución. Después circula el rumor que dicho magistrado pudo, por fin, reunirse con su familia, quien había emprendido, repentinamente, un viaje, sin saber el jefe de familia a dónde habían ido.

Para el jueves 21 tienen redactado y listo el proyecto final de reformas a la Constitución: los constituyentes se sienten tan bien acuerpados por su Presidente, que ahora a donde va está siempre escoltado por un batallón de soldados venezolanos y los aviones de este país no dejan de sobrevolar señalando por dónde anda; y además, se sienten tan bien acompañados por la Comunidad Internacional, cuyos miembros no dejan de arribar al país para saludar al gobernante, que se atreven a señalar cambios en el período para el cual acaban de ser electas las autoridades de la nación.

Los seguidores del ganador de la Presidencia de la República en los últimos comicios tratan de protestar, pero ahora abunda el dinero y son traídos del interior del país centenas de autobuses y camiones con decenas de miles de personas que vienen a apoyar la revolución democrática, dentro de la cual resulta que no les parecen las autoridades electas. Los defensores del proceso electoral anterior cada día se van haciendo menos, especialmente al ver en las noticias independientes cómo algunos de sus miembros son apaleados y denigrados por las turbas traídas del interior.

El Presidente Zelaya, rodeado de miles de personas, en un acto en el Estadio en donde han instalado una sesión solemne de la Asamblea Constituyente, procede a sancionar la nueva Constitución de la República que señala que el TSE deberá convocar a nuevas elecciones para el día domingo 31 de enero de 2010, al amparo del nuevo orden legal que permite la Constitución, en un acto televisivo que es transmitido y aplaudido por todo el mundo. El presidente de Venezuela promete miles de millones de dólares en ayuda para quien resulte electo conforme a la nueva Constitución aprobada. Ya nadie habla de reformas: es una nueva Constitución.

No les puedo seguir contando qué pasó, porque apenas en este momento se está llevando el escrutinio.

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