sábado, 10 de julio de 2010

EL RETROCESO EN EL PROCESO DE COLMAR LAS NECESIDADES BÁSICAS

Abraham Maslow formuló, en 1943, una teoría acerca de cómo el ser humano jerarquiza sus necesidades y de cómo, en la medida que va satisfaciendo las más básicas, sus deseos se van sofisticando, creándole nuevas y más complejas necesidades.

Es famosa, entonces, la Pirámide de Maslow, que está conformada, en su base, por las necesidades de tipo fisiológico como respirar, comer, dormir, descansar, reproducirse; continúa por otro estadio que ya viene siendo característico de la vida humana y que denomina de seguridad, en donde entra la seguridad física, la del empleo, la de salud, la familiar, la de recursos económicos, la propiedad privada; luego, el autor contempla otra fase, característica de la vida social, que contempla la intimidad de la pareja, la amistad, el afecto, la fraternidad; en la medida que el ser humano se siente realizado en este tipo de necesidades sociales, el autor contempla el arribo a otro nivel de pretensiones por llenar, la etapa del reconocimiento en donde ya no basta la simple amistad o intimidad sino se habla del autorreconocimiento, el respeto, la sensación de éxito, la autoconfianza; así, hasta llegar al pico de la pirámide en que lo que se ha establecido es la etapa superior de la autorrealización, en donde la satisfacción de todas las necesidades anteriormente enumeradas se dan por sentado y la necesidad que ahora tiene el ser humano es de ser creativo, espontáneo, de ser capaz de resolver el mayor problema, de vivir sin prejuicios y de acuerdo con su moralidad, es decir, nada que ver con lo material o lo fisiológico.

La pirámide funciona bajo el entendido que los seres humanos no volteamos a ver las necesidades del nivel superior en la medida que no hemos satisfecho las del nivel inmediatamente inferior. Si la mente la tenemos ocupada en resolver cómo poner comida en el plato todos los días, según el autor difícilmente veremos un hombre o una mujer preocupados por preservar la seguridad familiar; si no tiene asegurados sus ingresos posiblemente no lo veremos pensando en temas altruistas o fraternales, y menos pensando en sensaciones de éxito o de confianza en sí mismo, y mucho menos entrará en una etapa creativa.

Coincidentemente, pensamos nosotros, la parte ancha de la pirámide es donde cabe más gente, donde está la mayoría de la población del planeta; la punta de la pirámide es donde están las élites, las minorías que tienen satisfechas todas sus necesidades materiales y que han entrado en la etapa en que sus necesidades son de otro tipo.

En nuestros países, que los países ricos, industrializados ya no quieren llamar del tercer mundo sino, eufemísticamente, les han dado en llamar en vías de desarrollo, las grandes mayorías se encuentran en el primer estadio, en la base de la pirámide, en donde la gente está inmersa, en sus actividades diarias, en la manera de resolver sus necesidades de techo, de comida, de agua, de energía para cocinar.

Por eso vemos tantos tugurios y cinturones de pobreza en los centros urbanos y alrededor de las antiguas líneas del ferrocarril; son miles de personas que no han resuelto su problema de techo y que todos los días tienen que ver, la mayoría, junto con otros millones que no viven en centros urbanos sino dispersos en el interior de nuestros países, viendo qué comen, buscando algún trabajito para conseguir unos centavos para ese día, poniendo a los niños a acarrear agua en botes y empleando las mujeres más de la mitad del día en viajar grandes distancias para conseguir leña para cocinar y acarrearla, muchas veces después de apropiársela indebidamente.

Es por eso que nuestros países producen tantos migrantes en busca de otro tipo de oportunidades, y por esas mismas razones es que quienes migran y consiguen esa anhelada oportunidad de trabajo, comienzan a enviar sus remesas, porque no se olvidan las circunstancias que vivieron y que produjeron su éxodo, que son las mismas que saben que siguen viviendo sus seres queridos que quedaron atrás.

Ahora bien, no recuerdo haber leído o discutido que la pirámide funcionara al revés, que personas que ya estaban en un estadio de algún tipo de necesidades cubiertas y en búsqueda de satisfacer otro tipo de inquietudes, se viese forzada a bajar un peldaño en esa pirámide imaginaria, y regresar a tener que cubrir necesidades que ya daba por sentadas que las tenía resueltas.

Eso es lo que hemos visto suceder con los fenómenos naturales en los últimos tiempos.

Pongo por ejemplo a muchas personas que vivían en las cercanías del Volcán de Pacaya, que ya tenían el título de propiedad del lugar donde vivía, su casa formal con techo de lámina o, inclusive, de terraza fundida, sus plantíos y potreros, sus negocios de venta de almácigos, sus pick ups para salir a comerciar, etcétera, y que de la noche a la mañana se han quedado sin nada y, encima, con ríos de lava petrificados sobre lo que antes eran pastos para sus animales.

Están, también, miles de damnificados por los deslaves, las inundaciones, muchos de ellos que se han escapado de morir y han quedado lastimados, quebrados y, encima, en un proceso de duelo porque han perdido varios familiares junto con sus viviendas que fueron destruidas.

Muchas de estas personas, hay que entenderlo, estaban en un estadio de clase pobre media, de clase pobre alta o de clase media baja, pero hoy se enfrentan a los sufrimientos que produce desenvolverse en el marco de la pobreza extrema, con el agravante que no provienen de ese estadio sino de uno donde ya tenían algunas necesidades básicas satisfechas y hoy no las pueden cubrir.

Encima, es inmoral que la ayuda, que el socorro que hoy les es urgente, tenga que esperar porque tiene que estar encabezado por la Primera Dama, o que se vean compelidos a entregar sus datos personales al partido político oficial para poder acceder a algún tipo de apoyo.

Es probable, por las penas que están pasando, que muchos de estos connacionales que han sido golpeados por la naturaleza y que hoy tratan de ver de qué manera sobreviven sin mayor apoyo que el de las personas e instituciones de buena voluntad, que ninguno de ellos tenga la oportunidad de leer estas líneas, pero nos queda la satisfacción de poder plasmar estas ideas para que cada vez más gente comprenda el inmenso dolor que ha de significar no sólo perder todo sino hacerlo cayendo a estadios de necesidades que se tienen que cubrir que antes estaban cubiertos.

Ponernos en la posición de ellos (que no en los zapatos, que muchos de ellos carecen hasta de ellos) no nos hace ningún mal, nos sensibiliza y nos conmueve a ponernos de su lado, especialmente en estos momentos en que la sensación de que la erupción o la tormenta ya pasaron, lo cual, en las vidas de los damnificados, no es cierto.

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