Es inobjetable que estamos siendo gobernados por alguien que, de candidato, nuevamente dijo lo que la gente quería escuchar para llevarlo al ejercicio del poder en su tercer intento. Todo era mentira.
Se llenó la boca al decir que la delincuencia no se combatía con mano dura, que era el lema de campaña de su principal opositor, quien por cierto no aparece y pocas veces sabemos qué piensa de los temas qu nos agobian, que había que combatirla con inteligencia. A poco más de dos años y medio de este pobre gobierno ya estamos en condiciones de afirmar que la inteligencia no se le acabó; es que nunca se tuvo.
Por más que veamos los esfuerzos que hace el actual Ministro de Gobernación, Carlos Menocal, en quien identificamos a un hombre preparado y bien intencionado; o los de Helen Mack desde adentro de la Policía Nacional Civil, la inteligencia que, desde arriba, tiene que integrar toda una política de combate a la delincuencia organizada, no la vemos aparecer.
Ha valido más el "temor reverencial" de estar en desacuerdo con la todopoderosa Primera Dama, quitándole recursos a las instituciones que deben velar por la seguridad pública para pasárselos a los programas de cohesión social, que el escarnio público por no hacer el trabajo para el cual fue electo y, en el camino, abandonar a la gente a su suerte.
Ha valido más la tentación de nombrar gente corrupta, mafiosa y ladrona, tanto en la Policía Nacional Civil como en el Ministerio de Gobernación y en el Ministerio Público, acusados algunos de ellos, además, de organizar una banda de sicarios desde el seno de una de esas instituciones, que hacer las cosas con una ya no cuestionada sino inexistente inteligencia.
El colmo es la desvergüenza de declarar, ante cámaras, que el asesinato de una familia, niños incluidos, le arruinó el día de su santo maya, con lo cual no sólo se nos da una triste pauta de lo desubicado que el Presidente de la República está de la realidad nacional, sino que su gobierno ya no tiene cosa alguna que aportar en este campo como no sean más fracasos, incertidumbre, indiferencia, falta de credibilidad y, obviamente, más luto y derrramamiento de sangre inocente para la familia guatemalteca, que es la que al final está pagando las consecuencias de esa terrible combinación que consiste en la falta de inteligencia y de otros atributos.
No se diga después que soy un desestabilizador (así, en primera persona) y que busco que en Guatemala haya un golpe de Estado, pero ante tanto sinvergüenza e incapaz que hoy hace gobierno y ante la cadena de fracasos en todo sentido, lo más sensato, si algo le queda de vergüenza al Presidente, sería que renunciara y dejara el gobierno en manos de quien, constitucionalmente, así se ha previsto. Por lo menos da la impresión que el Dr. Rafael Espada es un hombre honrado que podría dejarse asesorar bien.
Todo era una farsa. No hay nada más qué aportar. No había inteligencia. No había nada. Aún no hay nada. Nada de nada.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario