martes, 20 de julio de 2010

GUATEMALA NECESITA UN DICTADOR, EN EL BUEN SENTIDO DE LA PALABRA

Hablar de dictaduras, en Guatemala, con las terribles que hemos sufrido, es delicado. Mi familia, por el lado materno, sufrió exilio por una de éllas, y por el lado paterno la combatió y contribuyó a su caída. Me refiero a la del mal recordado Manuel Estrada Cabrera (1898-1920).

Sin embargo, no todas las dictaduras de la historia han sido malas. Hace años, cuando me leí la colección completa de lo que queda (porque algunos tomos se perdieron con el paso del tiempo) de las "Décadas del Imperio Romano" del famoso historiador Suetonio, me di cuenta cómo los romanos, en su sabiduría, fundaron instituciones que hoy perviven, como la de la adopción. Dentro de tales instituciones crearon la dictadura, que tiende a confundirse en nuestro vocabulario con tiranía, nombre que utilizó Platón, de origen griego, para designar una de las maneras malas de gobernar.

De ahí que dictadura y tiranía, aunque en el imaginario popular sean sinónimos, realmente no lo son. Más siendo una de origen romano y otra de origen griego.

La dictadura no es un término que designa una manera de mal gobernar, como puede serlo un tirano, sino una institución que utilizó el Senado Romano para conferirle a una sola persona, en momentos de peligro del Estado, todos los poderes que, usualmente, compartían entre Senado y Rey o entre Senado y Emperador, de manera que quien salía al rescate de la ciudad, de la República o del Imperio, no tuviese los usuales contrapesos para tomar decisiones que, normalmente, podían significar la vida o la muerte de su cultura y de las personas que componían su sociedad.

Al escribir el ensayo donde manifestamos nuestro desaliento porque en este país no hay quién sepa gobernar ni se ve por dónde aparezca, por el momento, quién lo pueda hacer, nos quedamos reflexionando sobre estos temas y acerca de lo que Guatemala necesita en esta estapa de su vida más o menos independiente, y lo que visualizamos son amenazas internas (que los romanos generalmente dilucidaban en intrigas palaciegas) y amenazas externas que ameritan que las riendas del poder sean tomadas por alguien que sepa conducirnos a buen puerto cuando navegamos en aguas tan turbias como nunca lo habíamos hecho en nuestra historia.

Por supuesto, la propuesta es figurada. No es concebible que en pleno siglo XXI estemos pensando en dictaduras, y menos en el sentido tradicional y no en el histórico que nosotros le damos. Pero sí habrá necesidad de que, en algún momento, cuando surja ese líder que tenga la experiencia y los atributos que se requieren para hacer lo que haga falta hacer, la sociedad en su conjunto y los demás líderes políticos estén dispuestos a acompañarlo en la tarea de salvación del Estado que hoy se ve tan amenazado.

El análisis platónico de las formas de gobierno, de miles de años de antigüedad, sigue siendo tan respetable como siempre (sin caer en el dogmatismo), pero hoy nuestra visión de las cosas nos hacen ver más actores y escenarios que han complicado totalmente el panorama. Limitarse a hablar de monarquía y su lado malo, la tiranía, cuando el gobierno es de una persona; o si es de muchas hablar de aristocracia cuando es bueno o de oligarquía cuando no lo es; o señalar a la democracia como la peor de las formas buenas de gobernar pero la mejor de las formas malas de hacerlo, como lo hizo Platón en su tiempo, deja por fuera tremendas influencias, actores y grupos de presión a la hora de gobernar.

El sistema de pesos y contrapesos, para gobernar, es sano, especialmente cuando se habla de un país donde la ciudadanía vive tranquila y puede desarrollarse plenamente.

Sin embargo, cuando se trata de salir a rescatar los fundamentos mismos del Estado, que es un poco lo que le sucedió a los últimos Presidentes de Colombia y le está sucediendo al Presidente de México, si bien no hay que acabar con el sistema de pesos y contrapesos, sí hay que hacer conciencia que se necesita entender que, aún siendo opositores políticos, el interés por encima de todo es el país. Algo parecido está sucediendo en Guatemala en las primers fases de esa violencia que, en cualquier momento, puede complicarse muchísimo.

La manera como funciona lo entendieron los romanos y por eso no sólo tuvieron el ingenio de inventar esta categoría, la de dictador, que usualmente renunciaba a su cargo una vez pasado el peligro, sino tuvieron la sabiduría de escoger, para ese propósito, a la mejor y más capacitada persona para ejercerlo y, a la vez, salvarlos de la amenaza que había motivado este peculiar nombramiento.

Por eso decimos, con todo respeto por quienes alguna vez se vieron perseguidos por un tirano, que Guatemala necesita una especie de dictador.

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