jueves, 15 de julio de 2010

LA AUTOCRITICA

Preocupados por los eventos mundiales, que son más de orden económico y financiero, por los de la región centroamericana y, especialmente, por los de Guatemala, que son una combinación de lo anterior y de orden político, se nos ha metido en la cabeza que falta mucho de autocrítica.

Países industrializados tienen, por lo menos, un debate de altura, y estando los temas que afectan a todos, sean de índole económica, financiera, social o política, ligados entre sí, siempre finalizan, tanto en la academia, en la prensa como en los congresos, senados o asambleas legislativas, contenidos dentro del debate nacional, el cual conduce a rectificaciones, a reintentos o renovados impulsos en el quehacer de cada quien (persona) o de cada cual (institución).

No hablaremos del resto de Centroamérica, pero en Guatemala eso no existe. Simplemente no se da.

La academia, como los Colegios Profesionales, que podrían jugar un rol importante en el debate nacional, han sido politizados poco a poco por causa de leyes cada vez más numerosas que los involucran en temas políticos, perdiendo mucha de su capacidad de interlocución, de modo que la articulación de posiciones serias desde estos importantes sectores de la sociedad, los supuestamente más instruidos, se ha desvalorizado por su participación en procesos cuestionados o mal entendidos por la población, provocándoles un desgaste innecesario y haciéndoles perder peso específico.

Cosa parecida podríamos decir de los sectores religiosos en una sociedad en donde existe separación entre las cosas celestiales y las terrenales y, después de un tiempo en que se tuvo la tendencia a opinar de todo, muchas veces con fundamentos discutibles, se sufrió un desgaste institucional que, es nuestro sentir, todavía tiene consecuencias en aspectos de credibilidad en grandes sectores de población, aunque en otros suceda exactamente lo contrario.

La prensa, por su lado, que debiera jugar un papel de mayor peso en la formación seria de opinión, poco peso tiene en el resultado final en un país en donde no se lee, menos se escribe y los programas de debate se encuentran, en su gran mayoría, en canales que no son de la televisión abierta, que es la que es capaz de llegar a los grandes segmentos de población.

Es, la prensa, probablemente, y en ella incluyo los esfuerzos que se hacen en los nuevos programas de debate y discusión, la que tiene la voz cantante en lo que a crítica y proposición se refiere, aunque tiene la desventaja de que el mayor énfasis está en la primera. Lástima que la casta política nacional pareciera no verlos ni escucharlos (porque hay muy buenos en la radio).

Sin embargo, la clase política nacional a la que nos referimos, que tanta responsabilidad tiene en lo malo que le sucede al país y pocos puntos aporta en las cosas buenas que suelen acontecer, la que no acepta críticas, se mantiene criticando a sus opositores y, encima, no tiene capacidad de autocrítica.

La mala planificación tiene un origen político; la mala construcción también; la falta de supervisión en la ejecución de obras, el avance del flagelo de la delincuencia, la poca gobernabilidad, nuestra poca capacidad de elegir los mejores jueces y magistrados, la corrupción, casi toda la actividad cotidiana de los ciudadanos tiene un origen político. Ni siquiera esos cambios de partido de los diputados han podido detener ni explicar.

Visto a contrario sensu, todo acto político (incluyendo los administrativos) tiene consecuencia en la vida nacional, sea individualmente considerada o en función colectiva; de ahí la importancia de reflexionar, con conocimiento del pasado, de dónde venimos, hacia dónde vamos, cuál es el rumbo que nuestras decisiones le están imprimiendo al país.

La oposición política, que debiera jugar un papel fundamentl orientando el debate hacia donde debe ser, construyendo país a la par de quienes ejercen el poder, no aparece por lado alguno, como no sea alguno que otro diputado o diputada que fiscaliza desde su posición del Congreso de la República.

No podemos decir que la oposición juega el papel que le corresponde cuando trata de impedir que avance la agenda legislativa, con cualquier pretexto que le den al público, pero trascendiendo que el interés deviene en que no se les ha dado su cuota presupuestaria, lo cual, encima, es una desfachatez.

En este país no existen líderes de la oposición, y los pocos liderzuelos que se ven por ahí no juegan un papel serio sino eminentemente electorero, demostrando, con esa actitud, que lo que les interesa es llegar a gobernar, no el país ni su gente, mucho menos la de esa Guatemala profunda que clama por justicia, por oportunidades, por igualdad, por que desaparezca la discriminación.

Ser opositor no es aparecer, de cuando en vez, con la camisa o la corbata del color del partido político al que se pertenece, o únicamente cuando hay una tragedia natural y se sabe que habrá cámaras.

Estamos seguros que nosotros contribuimos más al debate nacional, desde este blog, aportando las ocurrencias que salen de nuestro pensamiento, aunque no sean numerosos nuestros lectores, sin autoconsiderarnos líderes nacionales, que quienes han sido proclamados como tales.

Se hace necesario, entonces, que haya un proceso de autocrítica nacional de todas las instituciones y personas involucradas en parte de la agenda del país.

No es necesario que sea un evento en donde nos reunamos todos a criticarnos, pero sí es indispensable, para la convivencia en armonía y el anhelado despegue económico, que cada quien vea, personal o institucionalmente, de qué manera lo lleva a cabo. Podríamos decir comenzando por el gobierno y el partido político oficial, pero no. De veras, un esfuerzo de todos, incluido gobierno y partido oficial.

Nosotros, desde este espacio, los convocamos para llevarlo a cabo a la brevedad.

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