Es normal que las personas tiendan a percibir la época que se vive en términos presentes como lo último o lo máximo. Es así que muchos creen que estamos en el cenit de la era de la información, cuando nosotros pensamos que, aunque hemos avanzado bastante, estamos en pañales, comparado con lo que la sociedad de la información será, por ejemplo, en 2,070.
Se ha avanzado muchísimo en aspectos tecnológicos, especialmente de telecomunicaciones, en la última década, y eso es, precisamente, lo que provoca el espejismo, pero todavía es una realidad que la mayoría de las personas que habitamos este mundo no ha experimentado cómo se hace una llamada telefónica.
Muchos de los beneficios de la era de la información pertenecen, en estos momentos, a unas élites, dentro de las cuales, comparados con los miles de millones de personas que nunca han visto una computadora ni siquiera en una revista, incluyo a los niños del área rural de nuestros países que comienzan a verse beneficiados con programas especiales que les permiten acceder a este tipo de tecnología.
Es decir, hay dos razones para afirmar que, en términos tecnológicos, estamos comenzando: una, el evidente desarrollo que los constantes descubrimientos continúan agregando a lo que ya se tiene funcionando; la otra, que mientras esos descubrimientos no se democraticen y no lleguen a las grandes mayorías y continúen siendo accesibles sólo a la menor parte de la población, como parte de esta sociedad global no tenemos más que sostener que el proceso está en marcha pero no hemos llegado a meta alguna.
En términos políticos, también con una visión global y no de país, podemos asegurar que vivimos una etapa de transición.
El modelo político socialista de corte marxista, como tal, fracasó, y de ello son muestras la caída del Muro de Berlín, en 1989 (y con él, Alemania Oriental, la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas y su esfera de países dominados con garra de hierro, como Polonia, Checoeslovaquia, Rumanía, etc.), que marca un hito en la historia a partir del cual cambia la geografía del planeta y comienzan a liberalizarse las economías en pro del libre mercado y a ganarse, que no concederse, mayores libertades políticas y a participarse, en muchos países, de un sistema democrático y representativo, quedando todavía resabios de esas teorías, como Corea del Norte, Mianmar (la antigua Birmania) y Cuba, con enormes dificultades económicas y hasta para proveer de una alimentación básica a su población, con unas restricciones al ámbito de libertad de las personas impropias para los inicios del siglo XXI.
Caso aparte el de China, que continúa gobernada por el Partido Comunista pero en donde domina el pragmatismo, y ahora que han probado lo que es ser empresario, industrial y comerciante global, generando la mayor cantidad de millonarios y multimillonarios que país alguno ha sido capaz de crear en la historia del planeta, su comunismo, que nunca fue realmente marxista sino más bien maoísta, les irá quedando de nombre únicamente.
Por su lado, el capitalismo globalizante se encuentra en crisis luego de los desmanes de los especuladores y apostadores de las bolsas de valores y de los poderosos e internacionales bancos que, en contubernio con las agencias calificadoras de riesgo y otros agentes, han metido al mundo entero en un embrollo financiero y económico de enormes dimensiones, poniendo en duda el principio aquél de “dejar hacer, dejar pasar”, en donde los pesos y contrapesos los producen en forma natural las fuerzas del mercado en un ambiente de total libertad.
Para hacerla más sencilla, hablemos finalmente de la social democracia imperante, especialmente, en los países europeos, la cual ha llevado a las sociedades por esta teoría política gobernadas a gozar de un espejismo denominado Estado Bienestar, con beneficios dignos del paraíso predicho por Karl Marx al jubilarse a edad temprana y poder dedicarse a lo que cada quien más quisiera todavía en una etapa productiva de la vida, prestaciones que, durante décadas, han costado verdaderas montañas de dinero que no se tenía sino se tuvo que ir prestando cada año, de manera que hoy comienza el sistema a hacer crisis y obliga a los políticos a comenzar a dictar las medidas necesarias para dos cosas: revertirlo poco a poco y sostenerlo económicamente.
Si los tres sistemas, que durante tantos años fueron gobernando el rumbo del mundo, sucesiva y paralelamente, se encuentran hoy en crisis, podemos afirmar que estamos en una etapa de transición en la que podemos atrevernos a predecir que será la puerta al advenimiento de un sistema diferenciado de los anteriores que, como ellos, se convierta en la moda del momento y sea, como fueron los tres mencionados, defendido a capa y espada y aborrecido y atacado por unos y otros.
Conclusión: los sistemas políticos que previeron la salvación de la humanidad no son perfectos; han sido, todos, una ficción que se pone de moda y nada más.
Por el momento, mientras se viene la siguiente ficción que atrape a las futuras generaciones de políticos del mundo, nosotros preferimos que nuestros gobernantes sigan los consejos sabios que instauraron los romanos hace más de dos mil años.
Nosotros nos conformamos con que los políticos, los gobernantes, se comporten como lo haría un buen padre de familia.
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Con las disculpas para los lectores me permito agregar lo siguiente:
ResponderEliminarNo mencioné el Socialismo del Siglo del Siglo XXI como uno de los sistemas que han fracasado por varias razones: la primera, que no es un sistema autónomo sino más de lo mismo que ya probó no funcionar; segundo, porque decir que ha fracasado implica aceptar, de antemano, que alguna vez funcionó; y tercero, porque todo intento que hagan bajo ese nombre es un castillo de naipes que caería irremediablemente sin el apoyo de las inmensas montañas de dinero que los recursos naturales venezolanos producen. Hubiese tenido mucho gusto de analizarlo si tuviese elementos serios y novedosos o un carácter independiente de los petrodólares que lo sustente. Valga la aclaración.